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Documento - EN LA LUCHA CONTRA EL COVID19 NO HAY LUGAR PARA SABOTEADORES



El partido Patria y Pueblo - Socialistas de la Izquierda Nacional, apoya decididamente las medidas del gobierno del Frente de Todos presidido por Alberto Fernández para sobrellevar y superar la extraordinaria amenaza a la salud pública que presenta la epidemia global del virus Covid19, y se pone a su disposición.

Y en especial a disposición del ministro de Salud, Ginés González García, objetivo principal de la funesta campaña opositora para "bajar los sueldos de los políticos"... del Gobierno.

Patria y Pueblo alerta también sobre la necesidad imperiosa de respaldar esas medidas uniendo voluntades en todos los sectores de la sociedad, con eje en el Estado, empresarios del movimiento PyME/Cooperativo, pequeños y medianos productores agropecuarios, el movimiento obrero y los movimientos sociales, a lo largo y a lo ancho del territorio argentino, todos comprometidos con su país.

Tras cuatro años de lavado de cerebros por el régimen neoliberal, la decisión de priorizar la salud de la población por encima de los negocios fue una certera toma de posición. Es coherente con la mejor tradición del campo nacional y popular en la República Argentina, pero confrontativa con el egoísmo minoritario de la camándula oligárquica y algunos grandes empresarios a los cuales el destino de la Argentina no les interesa en lo más mínimo.

Siguen defendiendo los postulados libremercadistas y librecambistas del neoliberalismo, y exigen una política darwinista de selección y reducción de población a cargo del virus. En su egoísmo incalificable, el único valor que merece ser atendido son las ganancias que luego fugan al exterior.

Lo expresa sin pelos en la lengua el más duro núcleo del régimen expulsado del poder nacional en el año 2019. Macri, Peña, Vidal, Patricia Bullrich, sujetos como Yamil Santoro o como Lopérfido, están tratando de dividir nuevamente al pueblo argentino. 

No representan más que al 10% de la sociedad que quiere mantenerse afuera de todo contrato social. Ya no están en condiciones de recurrir a un golpe militar. Usan entonces las armas de la desinformación y la maledicencia, e intentan a través de medios de comunicación venales y corrompidos crear un clima de desorden, desconfianza y desobediencia civil. Pretenden exigir el fin de la cuarentena. Por sus labios sólo habla la acumulación y fuga de capitales.

Eso significa, para decirlo claramente, dejar que la velocidad de contagio del Covid19 crezca sin límite alguno. Nada de "aplanar la curva". Lo que proponen implica decuplicar las víctimas fatales. Le están pidiendo del gobierno nacional y popular que deje morir miles de personas más de las que pueden fallecer ahora, con la marcha del contagio bajo firme control central. 

Ese núcleo minúsculo pretende, entonces, la perpetración de un genocidio sanitario como los que ya vemos en curso en varios países del mundo, incluidos muchos de Europa Occidental y los propios Estados Unidos. Es una infamia comparable a la que en 1976 pidieron (y obtuvieron) de los militares de la Argentina, para asegurar sus privilegios y no tener que reducir sus siderales ganancias.

Eso, en lo relativo al "núcleo duro" que orbita en torno al presidente expulsado en 2019. Pero debemos ser cuidadosos con los restantes miembros del Pro y sus aliados radicales más cercanos. Dan muestras de que no se puede confiar en ellos.

Escudado en los deseos de un grupo de turistas varados en Jujuy, Gerardo Morales los envía a Buenos Aires como si en su consideración fuesen "apestados" indeseables y viola todas las disposiciones vigentes sobre la cuarentena. El gobernador de Mendoza intentó descentralizar la adquisición de respiradores, desafiando así la unidad nacional en la lucha contra el "enemigo invisible" pero letal que nos está amenazando.

Por su parte, Rodríguez Larreta trata de reparar en algo del daño que hizo el Pro al sistema sanitario porteño desde que Mauricio Macri asumió como jefe de gobierno de la ciudad más rica del país. Busca "voluntarios" para suplir, de apuro, las calamitosas carencias de un sistema de salud pública metropolitano al que desfinanció, desjerarquizó y dejó progresivamente sin las herramientas básicas para funcionar. No olvidemos que si no está peor es por la denodada resistencia de los trabajadores (a los cuales Rodríguez Larreta, ávido de favorecer negocios inmobiliarios en las tierras públicas, reprimió salvajemente cada vez que pudo). 

No es una casualidad que haya dejado el cuidado de la cuarentena de los repatriados en manos de una nieta de Martínez de Hoz, de cuya tarea hay fundadas quejas por discriminación de parte de los cuarentenados. Ni siquiera debería engañarnos el saludo de cumpleaños de Esteban Bullrich al Dr. Alberto Fernández.

Dicho esto, reconocemos los intentos de humanizarse que hacen algunos dirigentes del Pro (el propio Rodríguez Larreta, Santilli, Grindetti en Lanús que dice que hace tres meses que no se habla con Mauricio Macri). 

Pero hasta que no haya prueba fehaciente de que repudia aquello que antes adoró, ningún dirigente del Pro merece confianza. Porque no se trata de personalidades individuales, sino de los intereses que defiende el Pro. 

Desde el punto de vista político y social, ese grupo no puede contener una sola paloma. Todos son halcones. Y en particular el campo nacional no debe caer en el error fatal de renunciar a quitar de sus manos la CABA. 

Como bien lo advirtió el último ministro de Economía de Macri (y antes de María Eugenia Vidal) Sebastián Lacunza, el gobierno de la CABA ya demostró con De la Rúa y con Macri que es un formidable trampolín de la oligarquía y los sectores más parasitarios del país para apoderarse de la Presidencia. Ya cometimos el error de permitirle a Macri llegar a gobernar la CABA. No nos tentemos con darle a Rodríguez Larreta la oportunidad de gobernar la Nación.

Del Pro solamente podremos integrar con cierta confianza a aquellos que, abiertamente, repudien todo aquello que adoraron por décadas.

La emergencia implica, como bien lo ha entendido el gobierno, la máxima centralización de las decisiones fundamentales y la más eficaz delegación, con medidas y decisiones precisas y puntuales, de la ejecución de esas decisiones. No existe contraposición entre salud pública y "economía", porque en estas emergencias queda completamente en claro que la única economía que existe es la economía política. 

Ningún "mercado" puede salvarnos de una emergencia, porque en verdad la "mano oculta" del mercado es el Estado. Y el problema nunca fue la opción entre lo público y lo privado sino entre quienes buscan poner el Estado al servicio del conjunto de la comunidad y quienes pretenden someterlo a la tiranía del gran capital.

Lamentablemente, hay en nuestro país quienes se colocan fuera de ese ordenamiento que requiere responder al verdadero ataque virósico que estamos sufriendo. Lo hacen quienes transgreden las disposiciones de la cuarentena, pero también, y de un modo más grave, quienes acaparan productos de primera necesidad y aumentan los precios, quienes reducen salarios y dejan trabajadores en la calle, y muy especialmente quienes, desde un repugnante espíritu de secta, conspiran para dividir la unanimidad popular y reinstalar una grieta dentro del campo del pueblo argentino. Con ellos no hay acuerdo posible.

Celebramos por lo tanto la mayor aproximación del gobierno nacional al movimiento obrero. Ya hace semanas que CGT y CTA pusieron todos los hoteles sindicales a disposición, a diferencia de empresarios como el Ingeniero ítalo-argentino Paolo Rocca, que se enriqueció y vive de los subsidios del Estado y el remate de los bienes propiedad de la Nación.

Nada más simbólico que la puesta de todo el sanatorio Antártida, del gremio de Camioneros, al servicio del esfuerzo nacional, mientras el señor Belocopitt, dueño de Swiss Medical y accionista del canal América, se hace entrevistar en ese medio por su empleado Novaresio, ocultando su carácter de propietario.

Mientras que Hugo Moyano resaltó la necesidad de esforzarnos en unidad en defensa del bien común, Belocopitt defendió la exclusividad de sus clientes más adinerados al acceso a las camas de que dispone su prepaga. Reprodujo así el manejo criminal de las vidas humanas que tuvieron quienes diseñaron el Titanic: si hay una emergencia, los botes salvavidas son solamente para los ricos.

Muy justas fueron las palabras que le dedicó a Hugo Moyano el Dr. Fernández. Al momento de recibir las llaves del centro de salud del barrio de Caballito, al que su conducción privada llevó a la quiebra y el gremio de Camioneros rescató, dijo (y La Nación lo recogió con cuidadosa puntillosidad) que estaba ante un  "inmenso Hugo", a quien "los empresarios no lo quieren porque cuida a los suyos", como corresponde a un buen dirigente gremial. "Sean como él", agregó.

Como bien percibió La Nación, el mensaje no se dirigió a consolidar más aún una alianza entre el gobierno y el movimiento obrero sino de resaltar que la capacidad y el desprendimiento patriótico de los trabajadores demuestra, una vez más, que es allí donde se cimenta cualquier proyecto nacional democrático sólido y con perspectivas de soberanía nacional. No se trata de un dirigente, sino de una capa entera de dirigentes del movimiento obrero: los que han confrontado duramente contra la antipatria durante el sórdido cuatrienio macrista y ahora se ponen a disposición, cada cual en su medida y posibilidades, del gran esfuerzo nacional.

Ni hablar de la rebeldía contumaz con que el sector financiero intenta desobedecer las instrucciones del Banco Central. Nada tiene esto de inocente, agreguemos: procura atizar el malestar que siente ante la cuarentena un vasto sector de pequeños y medianos empresarios, trabajadoras y trabajadores independientes, millones de personas a las cuales la persistente hegemonía del gran capital ha condenado a vivir día a día en un país encadenado a la fuga de riqueza. 

Esos millones de personas también necesitan la mano protectora de un Estado, e instamos a todos los integrantes del campo nacional a colaborar con ellas, que están atravesando durísimas circunstancias. Y fundamentalmente, instamos al Estado argentino a enfrentar a los bancos imperialistas, algunos, como el HSBC, con una larga historia de protección y servicios a grupos de narcotraficantes. El mismo HSBC al cual Macri le entregó el control de la Unidad de Investigaciones Financieras.

Instamos a los compañeros del movimiento obrero a converger en una unidad más necesaria que nunca. Ya no se trata solamente de las necesidades de cada sindicato y rama profesional, sino de las de la Patria misma. 

Ese movimiento obrero, y los movimientos sociales, podrán servir de canal para que, entre otras cosas, los propios argentinos de a pie, desde el primero al último, intensifiquemos la tan mentada vigilancia sobre los precios máximos que más de un pícaro intentará quebrantar. Nadie puede defender mejor los puestos de trabajo y frenar a los empresarios inescrupulosos.

Toda esta gran movilización nacional no se podrá efectivizar plenamente, no podrá rendir todos los frutos que debe rendir, si no logramos presentar ante la minúscula minoría de empresarios y financistas acostumbrados al saqueo toda la musculatura, la inteligencia, la intrepidez y la unidad de la que somos capaces los argentinos en momentos de prueba.


Buenos Aires, 3 de abril de 2020

Mesa Nacional de Patria y Pueblo
Néstor Gorojovsky - Secretario General

Rubén Rosmarino, Lorena Vázquez, Aurelio Argañaraz, Hugo Santos, Juan Maria Escobar, Baylon Jerez, Gastón González, Pablo López, Laura Gastaldi, Jacinto Paz.





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