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UN MANUAL COMENTADO DE BURRADAS MACRISTAS


#LaSemanalDePyP 
Por Nestor Gorojovsky

En 2019 la República Argentina no sólo se va a jugar la continuidad del régimen de Mauricio Macri, sino los rasgos mismos que nos caracterizan como nación.

Si el macrismo logra ganar las elecciones, no sólo va a tratar de imponer sin contemplaciones los intereses de la oligarquía y del imperialismo. También va a profundizar su esfuerzo por transformar a ese pueblo jovial, solidario, afable, optimista y orgulloso que somos los argentinos cuando nos va bien, en una masa informe de átomos humanos en guerra unos contra otros, amargados, egoístas, cerrados, ceñudos, malévolos, despreciativos de lo propio y dispuestos a matar a la madre si eso reporta una ventaja personal.

No estamos diciendo nada que los dirigentes macristas no hayan anunciado ya. Vienen a imponer el credo religioso del minúsculo Pro, la lucha sin cuartel de unos contra otros disfrazada de "buen vivir", solo para los que logren sojuzgar a los demás.

No está mal, entonces, como para ir calentando motores en la preparación para la campaña electoral nacional, resumir algunas de las más que zonceras burradas que viene propagando el macrismo por todos los medios a su alcance, de tal manera de impregnar el cerebro de los argentinos con su Halopidol sicotizante de tonterías económico-sociales. El resumen tratará de brindar también elementos para rebatir las burradas antes de que prendan, en un lenguaje lo más claro posible. Ojalá lo logremos y los militantes pueden usar estos criterios en la gran campaña de salvación nacional que tenemos por delante.


1. "Siempre hay que romperse el traste y estoy podrido/a de mantener vagos"
La distribución de los recursos que le toca a cada cual no depende centralmente de la propia iniciativa, sino que está determinada por la historia. La diferencia entre quienes viven casi por completo del trabajo que pueden hacer y la de quienes viven gracias a que poseen un capital, o a una herencia que han recibido, es crucial. La concentración de la riqueza confiere a la plutocracia oligárquico-imperialista y transnacionalizada un poder político inmenso, inalcanzable para quienes no la integran. De esta manera, cuando hay que decidir los famosos "winners" y "losers" (ganadores y perdedores, en lenguaje comprensible) puede imponer su interés al conjunto del país. La historia de las fortunas argentinas, además, demuestra que siempre o casi siempre han nacido (y se han acrecentado) por arrebatamiento de partes del bien común detrás de una fachada de "libertad". El presidente de la Nación, sus antepasados y sus amigos, nos asombrarían si un día decidieran contar el origen de las fortunas que, casi todos ellos, heredaron sin trabajar.

2. “Si sos vivo y querés guita, tenés que ver las oportunidades, algo tenés que poner, y después merecés una recompensa"
En lenguaje "científico" esto se llama, mal traducido del inglés, "costo de oportunidad", y quiere decir que los que se enriquecen lo hacen porque "ven" oportunidades y toman la decisión de aprovecharlas, pagando un precio por ello.
Es obvio que todos, todo el tiempo, estamos decidiendo hacer una cosa u otra, en realidad estamos ante una banalidad.
Pero, ¿qué determina las decisiones de cada cual sobre las "oportunidades" que se le presentan?
Un trabajador puede "elegir", por ejemplo, entre un empleo mal pago, con horarios interminables y sin normas de seguridad, o quedar, literalmente, en las calles. Cuando "elige" no trabajar, está aprovechando la oportunidad de convertirse en un marginado. Y paga el precio por haber encontrado esa oportunidad, que, lamentablemente, no le concede ningún ingreso. Pero es lo que "eligió".
Eligió mal. Que se jorobe.
Un plutócrata, en cambio, puede elegir (sin comillas) entre quemarse unos millones en un casino o meterlos en un bono del Estado argentino para ganar dinero, sin riesgo alguno y sin mover un dedo. Eso es bastante distinto, como opción. Los economistas macristas (y no solo ellos, dicho sea de paso) asignan a esta segunda "elección" el mérito de haber postergado el disfrute de la riqueza para aprovechar una oportunidad. Ese "costo" en disfrute postergado merece, dicen, una remuneración, para colmo descomunalmente mayor de la que percibe quien tiene que optar entre un mal empleo y el desempleo.

3. "Para que te vaya bien siempre tenés que vivir al borde, jugártela toda y ganarle a los otros, que no interesan nada"
Ésta es pesada, así que lleva más tiempo destripar su significado.
Lo más grave es que esta teoría parte del supuestamente indiscutible presupuesto, nunca demostrado, de que todas las decisiones que toman los seres humanos están guiadas, en cualquier momento, en cualquier lugar, por el bienestar de individuos aislados que se encuentran en plena igualdad de condiciones.
Para llegar a convertir esta burrada en "verdad" lo único que hay que hacer es olvidarse de que los seres humanos somos animales sociales, que literalmente nos morimos si no integramos la sociedad. Hay que negar, de hecho, que exista interacción entre los individuos, hay que creer que "cada ser humano es un lobo para los demás seres humanos" y actuar sin escrúpulos para beneficiarse en ese entorno.
Es, en realidad, más que una burrada o una zoncera: es una fantasía inhumana, que sirve para negar que en el mundo real, los sujetos "independientes" son, en realidad, "dependientes" del conjunto.
Esto significa omitir lisa y llanamente los límites materiales de los seres humanos de carne y hueso, la información imperfecta, las capacidades cognitivas (que se adquieren en la interacción social con otros), las estructuras de poder existentes, y la cultura.
Casi nadie, en la Argentina, actúa "al borde". Es natural, porque de cada argentino o argentina dependen muchas cosas y personas, no solo la satisfacción egoísta de sus propias necesidades. Y, como vimos en el punto anterior, la vida concreta de la inmensa mayoría de nuestro pueblo solamente deja la opción de aceptar empleos en relación de dependencia o arruinarse.
Para el macrismo, en esa conducta radica el origen del atraso argentino.
No hace, sin embargo, más que darle forma "científica" a su axioma -no demostrado- de que todas las decisiones económicas están restringidas por la escasez y que todos estamos sumergidos en una lucha contra los demás... en la que nos va la vida tanto a los asalariados como al potentado. Invierte los términos de la realidad, "la sociedad no existe, solamente hay individuos", afirmaba Margaret Thatcher.
Esa religión salvaje la convierten en "ciencia" apelando a una grosera presentación "matemática" que convierte al prejuicio vulgar en "axioma".
Esa caricatura de una "ciencia" balbucea en matemática de mala calidad cosas que no ocurren en el mundo real. Y ya vemos lo que pasa cuando lo enfrenta.

4. “Por la plata baila el mono"
Una perogrullada. Pero además, los modelos económicos que se basan en la percepción de incentivos monetarios por individuos y empresas, aislados y egoístas, en mercados de competencia perfecta, son irreales. Ignoran el mundo tal como es.
No sólo el dinero importa. De hecho, bien lo sabe el macrismo cuando hace campaña electoral y apela a cosas bastante distintas que la recompensa monetaria: los peores instintos, prejuicios y sentimientos humanos, y el sentido más burdo de la horda irracional.
"Dueños" ilegales de la base de datos del ANSES, Marcos Peña y su alquimista Durán Barba son la demostración más palmaria de la falsedad de esa presunción "teórica". Operan sobre los deseos y las aspiraciones humanas tratando, justamente, de que las cuestiones de dinero, que es donde atacan a la población, pierdan importancia. Así es como creen que podrán eternizarse en el poder.
Saben, pero no lo dicen, que el neoliberalismo miente desde el principio. Saben que en el mundo real, cuando alguien toma una decisión lo hace a partir del impacto que tendrá no solamente sobre sí misma/o sino también sobre muchas personas más, o a partir de normas sociales y culturales
De paso: por eso decimos que el neoliberalismo -y en especial el macrismo- es tan dañino: su objetivo no es tanto ganar dinero como convertir a todo el pueblo argentino en una masa de animales salvajes que solo buscan vencer a los demás, escenario que sirve solamente para que únicamente los más poderosos puedan vivir en paz.

5. “Da lo mismo producir satélites o producir soja; lo que no produzco yo se lo compro a otro que lo hace mejor que yo"
El comercio, y en especial el comercio exterior, puede -no siempre lo logra, como las crisis lo demuestran- hacer crecer la producción global.
Pero también impacta en la distribución de ese crecimiento. Produce ganadores y perdedores. Bajo las condiciones del capitalismo moderno, dominado por gigantescos monopolios que definen lo que sucede en el "mercado", promueve la desigualdad, empuja los salarios a la baja y empeora las condiciones laborales de mayorías cada vez más nutridas.
En el mundo real, la desregulación comercial y financiera de las transacciones internacionales lleva sistemáticamente a la destrucción de industrias nacientes, el incremento de la miseria, los sacudones de los términos del intercambio, y una creciente desigualdad general.
Y, muchísimo más grave aún, otorga a la plutocracia el poder de extorsionar al pueblo si no cumple sus caprichos: si no les hacemos caso, sacan la plata del país (cosa que harán igual por más caso que les hagamos, aún en el supuesto de que queramos hacerlo). El monto del préstamo del FMI que estamos ahora obligados a pagar equivale casi exactamente al dinero que la plutocracia sacó del país desde que Macri le abrió las gateras.

6. “Garrálapala: las leyes laborales, los hospitales y escuelas gratis y todo eso son cosa de mafias corruptas, que sólo sirven para alimentar ñoquis"
Empecemos por el principio: en el mundo real no hay manera de medir inequívocamente y con neutralidad cuál actividad económica es "mejor" o "peor" que otra, "buena" o "mala", "artificial" o "natural". Siempre hay que aclarar "para qué", "desde el interés de quién(es)", se decide qué es lo "bueno", "regular" o "malo", qué es "de buena gente" y "mafioso". La realidad, que cualquier gremialista conoce bien, es que lo que suele pasar por "bueno" para unos sea "malo" para otros, y no exista un "bien común" genérico.
Por lo tanto, estamos ante una fanática y taxativa profesión de fe, de tipo religioso, y nuevamente tendremos que extendernos un poco.
Por empezar, "los mercados" no son algo "natural". No existían "mercados" antes de que aparecieran las sociedades humanas (y ni siquiera en todas: durante miles y miles de años, la humanidad vivió, creció y prosperó -según los criterios de la época- sin mercados).
Los mercados son creaciones de los seres humanos en sociedad. Operan, sí, en diversos sistemas económicos, que a su vez también son creaciones humanas.
La primera pregunta que esta profesión de fe impide contestar es la siguiente:
Bajo tal o cual sistema concreto, cuando se trata de satisfacer necesidades humanas específicas, ¿funcionan mejor los mercados guiados por el lucro individual que otras creaciones humanas que simplemente buscan satisfacerla de un modo directo, sin necesidad de que haya una ganancia monetaria?
Hay ejemplos sobrados de que los sistemas de lucro privado y de mercado son más ineficientes y más ineficaces que otras formas de organización para satisfacer muchas necesidades (y no se trata de necesidades menores).
Por ejemplo, en la seguridad social, en los servicios de salud, en la instrucción pública, y en general en la provisión de bienes que constituyen derechos sociales o atienden a cuestiones de importancia estratégica, como la defensa.
Pero esta profesión de fe impide plantearse algo más profundo: teniendo en cuenta que ninguna creación humana es perfecta, ¿podrá o no el actual sistema ser sustituido por alternativas que resuelvan mejor las cosas e incluso den otro sentido, más eficaz, a los mercados mismos? La profesión de fe, de ese modo, genera las condiciones del inmovilismo histórico. La Argentina de Macri es una semicolonia "abierta al mundo (sometida a la voluntad de Estados Unidos y las grandes potencias de Europa)" y tiene que serlo para siempre, porque la religión macrista así lo ordena.

7. “Lo ideal sería que no haya Estado, y todo lo decida el mercado. Pero a veces tiene que existir, y en ese caso, cuanto menos se meta en mi vida, mejor"
El grave problema aquí es el mismo que antes. Esta burrada toma a "los mercados" como un hecho natural, no una creación social de los seres humanos. Supone que un mercado puede funcionar sin intervención alguna del Estado, y es más, asegura que bajo esas condiciones todos viviríamos mejor.
Pero los cultores de la religión neoliberal se precian de realistas. Así que, dado que los seres humanos, lamentablemente, somos "imperfectos", entonces no hay más remedio que admitir alguna existencia del Estado. Pero solo para que ayuden a ese fantasma, "los mercados", a funcionar mejor. Una casta de sacerdotes de la religión del mercado se encargará de garantizarlo. El resto, son ñoquis o mafias.
La verdad del mundo real es que los mercados son una creación de los Estados, que establecen las reglas del juego, las hacen cumplir, y de esa manera determinan el resultado final. Las leyes que emite el Estado son las que dan forma a los mercados, y si cambian las leyes los mercados cambian.
En el mundo real, son las estructuras de poder las que le dan forma a los mercados, las que benefician a ciertas clases y grupos sociales sobre otros (oligarcas sobre el resto del país, capitalistas sobre trabajadores, Primer Mundo sobre Tercer Mundo, varones sobre mujeres, "clase media civilizada" sobre "negrada bárbara", etc).
No al revés.
El "axioma", la burrada, se reduce así a una banalidad: dado que es el Estado el que crea a los mercados, tiene la posibilidad de crear mercados que ofrecen resultados finales mejores o peores.
Es más: los economistas neoclásicos (y más aún los neoliberales, para no hablar de los ultrafanáticos "libertarios" al estilo de Milei o Espert) siempre ignoran las divisiones internas de la sociedad (salvo, quizás, la "natural" entre "ganadores" y "perdedores"), porque cuando se las incorpora al análisis, surge naturalmente la pregunta que hicimos antes: ¿"mejor" resultado final, para quién? Es una burrada y una forma particularmente obtusa de la ceguera.

8. “Le hicieron creer a un empleado medio que podía comprarse celulares e irse al exterior''
Esto tiene que ver con la idea de que la Argentina es un país pobre con una población acostumbrada a vivir por encima de sus posibilidades. Pero ésa es una zoncera cultural, y hoy nos dedicamos a la economía.
Empecemos entonces haciendo notar que un país puede tener un PBI per cápita (la forma habitual de medir la "riqueza") más alto que el de otro sin que todos sus habitantes tengan un mejor nivel de vida, o que internamente todos se beneficien del mismo modo por ese hecho.
Además, para el macrista -y seamos justos: para toda forma de economicismo político- el "nivel de vida" se reduce a la cantidad de bienes y servicios que se consumen. De este modo este "principio" termina siendo un modo "elegante" de proclamar la poco profunda idea de que la cantidad de bienes y servicios disponibles en un país depende de su capacidad de producirlos o adquirirlos.
En el mundo real, la población se preocupa por su calidad de vida, lo que incluye los derechos sociales, la capacidad de seguir los propios deseos, las condiciones en las que se trabaja (y no solamente el salario, que también es importante), la posibilidad de tener una amplia variedad de relaciones sociales, la seguridad de que la policía no te va a maltratar, la tranquilidad de que la justicia te va a tratar con ecuanimidad, la certeza de que no te van a perseguir por tus posiciones políticas, la de que ningún medio de comunicación va a darte por verdad una mentira, o de que todos los puntos de vista puedan ser expresados con libertad y sin extorsiones estatales de ninguna especie, etc.
Los macristas ni piensan en las verdaderas necesidades de la población. Piensan solamente en lo que puedan (o "les corresponda") adquirir. Las únicas personas que pueden acceder a todos los derechos humanos son los que pueden comprarlos. Cualquier apartamiento de esa norma es antinatural. A eso se reduce la burrada, que fue proferida con esas exactas palabras por Javier González Fraga.

9. “Se lo pasan todo el día dándole a la maquinita, por eso suben los precios, y si también suben los sueldos se desata una inflación imparable"
Otra tautología, porque para los neoliberales "demasiada plata" es, por definición (en serio), la cantidad de plata que hace subir los precios.
En el mundo real, los precios no dependen solamente de la cantidad de circulante: depende de muchas otras cosas que la expansión monetaria haga subir los precios o no. Esto ha sido demostrado mil y una veces, y la experiencia del macrismo en el poder lo demuestra otra vez: están asfixiando la vida económica para no seguir emitiendo pesos, pero los pecios siguen subiendo y no hay modo de que paren.
Pero en la práctica, esta idea se traduce a esconder detrás del "alza de precios provocado por la maquinita" la baja de los salarios que provocan las políticas de ajuste cuando hacen bajar la actividad, lo que provoca despidos y lleva a las nubes el desempleo. Volviendo al punto 6, el macrismo debería dar gracias a Dios por la existencia de los sindicatos, que impiden que los sueldos y la actividad bajen hasta que el país entero estalle de violencia como en diciembre de 2001.

10. "Si quieren trabajar, que acepten hacerlo por monedas, porque en caso contrario se desata la inflación"
La relación entre inflación y desempleo es compleja. No hay un patrón sistemático, ni en la Argentina, ni en ninguna parte del mundo.
En la década de 1970 -y en los prósperos Estados Unidos, no en la pobre Argentina- los datos que venían del mundo real obligaron a los académicos a sustituir las hasta ese momento intocables "curvas de Phillips" (a mayor inflación, mayor desempleo) por lo que llamaron "curvas móviles de Phillips", y, al final, a abandonar las "curvas de Phillips" por completo.
Desde entonces, la idea de que cuanto más alto es el desempleo menos crecen los precios se convirtió en una mera justificación ideológica de los neoclásicos y neoliberales para hostilizar a quienes proponen políticas de reducción de la tasa de desempleo. Lo hacen asustando con alzas inflacionarias que en realidad provocan sus propias teorías económicas. Es más, como ahora sucede, sube el desempleo y aumenta la inflación.

Para resumir:

Es fácil entender la economía cuando uno se hace neoliberal: no tiene que preocuparse más por las relaciones de poder, la desigualdad, las fuerzas sociales, las experiencias reales de desarrollo económico, las realidades del comportamiento del mercado, la legislación y sus consecuencias, la medición realista de la calidad de vida, y los más recientes datos macroeconómicos.

Una "teoría" inútil como ciencia, entonces, pero ideal para perezosos mentales, especuladores bursátiles, vendedores de humo, manipuladores de opinión y mercenarios intelectuales, en suma. Si se trata de conducir una sociedad moderna para que encuentre un buen sistema económico, nada puede ser más inútil.

Estas burradas sirven a un solo propósito: proteger el interés de las minorías más prósperas en un mundo y un país donde el crecimiento de la desigualdad, gracias a su difusión, va pasando de ser un problema a considerarse una virtud.

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