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LA DECISIÓN QUE DEBE TOMAR CRISTINA


Por Enrique Lacolla
#LaSemanalDePyP

[Extractamos de un documentado y extenso trabajo de Enrique Lacolla sobre la coyuntura latinoamericana los párrafos que dedica a la situación política argentina. Creemos que las dudas que plantea y las alternativas que marca deberían ser el eje de una reflexión política activa para poder pasar a la acción contra el régimen de Mauricio Macri y sus secuaces.]

Los auspicios no son buenos. Lo de Bolsonaro en Brasil es un precedente muy inquietante. Que un personaje de esta laya emerja como una esperanza mesiánica es un indicio de la falta de respuestas de los sectores progresistas, de izquierda, populares, nacionalistas o simplemente democrático burgueses para suministrar una solución o al menos la apertura a una solución de problemas acuciantes como son la pobreza, el desempleo, la decadencia educativa, la degradación del nivel de vida y la inseguridad, a la que menciono en último término porque es la consecuencia necesaria de los factores mencionados antes.

El resultado de las elecciones de octubre del 2015 fue la consecuencia de la dispersión, las rencillas intestinas del peronismo y de la suma de pequeños egoísmos y mezquindades, a lo que se añadió, por supuesto, la campaña bien orquestada de Cambiemos, que hizo hincapié en un discurso lleno de promesas vacías y de mentiras obvias para cualquiera que conociera la ejecutoria de sus personeros, pero que una opinión de clase media víctima de su ignorancia o su falta de memoria, y de su aversión al peronismo, se tragó con regocijo. Créase o no, este planteo podría repetirse este año, pues el frente nacional al que aspiramos no sólo está en agua de borrajas, sino que ostenta los síntomas de una confusión o de un desorden que son imperdonables ante la más que crítica coyuntura que atraviesa el país. Quizá la más grave en su historia contemporánea.

Algunos opinarán que a medida que se acorten los tiempos para el término electoral las cosas irán clarificándose, pero no hay muchos síntomas de que esto vaya a ocurrir. Y lo más grave es que el tiempo corre. La pata sindical del armado frentista, al menos entre la fracción más combativa de su dirigencia, la que encabezan Pablo Moyano y su padre Hugo, es la que insinúa una actitud más positiva ante la emergencia. Pero fuera de ella y al margen de las conversaciones que pueden estar realizándose entre los exponentes más en vista de la rama del peronismo no cooperativo con el sistema, no se advierte una definición. En la cúpula –Cristina- reina el silencio. Hasta cierto punto ese mutismo es comprensible, pues una vez que abra la boca no habrá vuelta atrás y la ex presidente tiene que evaluar muchas alternativas. De éstas, sin embargo, hay una sola que resulta decisiva: ¿se presentará o no como candidata a la presidencia?

Los argumentos en pro y en contra no son tantos, pero son de difícil evaluación. Es la figura que mejor mide, pero también la que concita mayor resistencia, no sólo entre la masa fija de los votantes de Cambiemos, sino entre quienes podrían alinearse en un hipotético frente nacional-popular, o al menos podrían acercarle su voto de repudio al actual gobierno. Respecto a los primeros no hay que preocuparse mucho; son irreductibles y cualquier candidato que tenga el estigma del peronismo o de la izquierda será repudiado. Pero el otro sector, la franja que no se pliega espontáneamente hacia la figura de Cristina, es importante y su abstención o retracción, o su voto “principista” a favor de otra alternativa, podría pesar en la balanza para dar la victoria a Cambiemos en la primera vuelta… Suena dudoso, pero no es imposible y sobre todo es una eventualidad que hay que evitar.

Pero hay un factor aún más importante, que adensa las incógnitas que se ciernen en torno a la candidatura  de la expresidente. Esa candidatura es un imponderable porque no depende sólo de ella o de los apoyos que concite, sino porque está también a la merced de los vaivenes de una justicia de la que se puede esperar cualquier cosa. La capacidad de influencia del ejecutivo sobre esa rama del poder del estado es muy grande y ha venido siendo ejercida con una total falta de escrúpulos. Aquí es necesario recordar también la naturaleza de la ofensiva que desde el norte desciende sobre los gobernantes o los políticos que no son del agrado del Departamento de Estado: para ellos la combinación del poder de fuego mediático con la instrumentalización de sectores de justicia y de actores políticos dispuestos a prestar oídos a la Embajada a cambio de prebendas que, en ocasiones, suponen tan solo la simple supervivencia en el puesto, puede revelarse mortal. El caso de Lula en Brasil, sacado del medio y arrojado a la cárcel en base a acusaciones inconsistentes y con total ausencia de pruebas, excluyéndolo así de la carrera presidencial, es el ejemplo más flagrante de lo que decimos. Las “mani pulite” aquí son expedientes para los “affari sporchi” y, en verdad, para el ejercicio del fraude más descarado.

Resistir este tipo de procedimientos requiere levantar un programa de coincidencias mínimas pero que deberán ser sostenidas hasta las últimas consecuencias y que deberán ser transmitidas a las bases con el poder de convicción que da un verdadero compromiso. Para que esta sensación cunda, sin embargo, hará falta ese pronunciamiento de qué hablamos. Será por sí o por no, pero en el caso de temerse una trampa, de preverse una emboscada que vede el camino a las urnas, habrá que estar en disposición de cambiar de mano el facón, de disponer de la flexibilidad necesaria para buscar una figura alternativa que no sea del riñón del Frente para la Victoria, pues en tal caso la asociación con la ex presidente podría anular el efecto del  relevo. El papel de Cristina Kirchner seguiría siendo importante pese a todo. Su respaldo directo e inequívoco a la figura del delfín o la delfina supondría también tiempo para vigorizarlos, lo que pone un umbral perentorio a ese pronunciamiento, si no se quiere que pase con ese potencial candidato lo que pasó con Fernando Haddad en Brasil, donde tras la detención de Lula no dispuso de tiempo para abrir el paracaídas y terminó estrellándose contra el suelo. 

Esa es la decisión que debe tomar Cristina.

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