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Salió PyP 61. Editorial. Conseguilo

Editorial por Néstor Gorojovsky
Rumbo a Octubre: del problema a la solución

A principios de marzo de 2017, cuando aún no estaban totalmente definidas las opciones electorales -que ya coagularon- de Cristina Fernández de Kirchner y Florencio Randazzo, el politólogo de las universidades de Buenos Aires y Lanús Ezequiel Ivanis escribió en la revista digital Zoom que en esos días ambos estaban participando de "un juego matemático llamado octubre de 2017, donde la operación lógica es la suma y no la división".

Y agregaba, refiriéndose a la Provincia de Buenos Aires y en ese momento específico de la historia argentina: "Ambos, juntos, superan el 40% de intención de voto en cualquier encuesta. Un número que otorga un seguro triunfo sobre la mejor fórmula de la alianza Cambiemos conformada por Esteban Bullrich y Facundo Manes."

En ese "juego matemático", decíamos nosotros en la editorial del número anterior del presente periódico, "quien, por los motivos que sean, promueva la división del campo nacional, será un colaboracionista. Quien la combata y promueva la unidad electoral, será un patriota".

Lamentablemente, el campo nacional, otra vez, no supo sumar, y volvió a dividir. Cada cual opinará que el colaboracionista es "el Otro". Lo concreto es que el debate interno del peronismo, nuevamente, se zanja en una elección nacional en vez de zanjarse en una contienda interna, y eso pese a contar con la herramienta de las PASO, que el propio peronismo generó bajo la presidencia de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner.

No nos hace felices este hecho. Ya en 2015 vimos los espantosos resultados de dispersar o desanimar el voto por candidatos que para muchos resultaban poco palatables. Estamos sufriendo la consecuencia, que es la derrota de Daniel Scioli en la segunda vuelta de las presidenciales, y la instalación en la Casa Rosada y en la Provincia de Buenos Aires del horror macrista, cuya amplitud aún no terminó de mostrarse en toda su plenitud. 

Sin embargo, en la medida que el peronismo, tomado en su más completa y amplia definición, sigue siendo hasta ahora la mejor herramienta que supo darse el pueblo argentino para enfrentar al campo de la extranjería, los socialistas de la Izquierda Nacional que militamos en el partido Patria y Pueblo lo hemos respetado al peronismo tal como él es, sin desmedro de nuestra voluntad de ofrecer formas diferentes de organizar el movimiento nacional a la consideración de los argentinos, formas que, creemos, serán las que impidan cualquier futura restauración oligárquica una vez que el pueblo argentino retome el control de su país.

Lo concreto, sin embargo, es que no nos correspondía pronunciarnos más allá de lo que hicimos. Ahora estamos, distrito por distrito, con realidades diferentes para las legislativas de Octubre y las PASO de agosto. 

En algunos casos, se logró unificar la elección interna con gran eficacia, como en la Capital Federal. En otros, no fue posible. En la Provincia de Buenos Aires, nos veremos forzados a optar, como la mayoría de los votantes del campo nacional, entre la Unidad Ciudadana de Cristina Fernández de Kirchner y el Cumplir, de Florencio Randazzo.

Ante esta disyuntiva, no tenemos la menor duda de que nuestro apoyo se dirigirá hacia aquella de las dos opciones que más posibilidades tenga de cumplir con el objetivo central de los argentinos en este año electoral: deslegitimar al régimen tiránico de ocupación disfrazada que encabeza el Ingeniero Mauricio Macri y hegemoniza el ultrarreaccionario, segregacionista, y antinacional hasta la médula Pro.

Es en ese sentido, y no en otro, que Patria y Pueblo ha decidido apoyar a la candidatura de la compañera Cristina Fernández de Kirchner y del compañero Jorge Taiana, a la que votaremos además en lista completa, en la aspiración de trabarle al máximo posible las posibilidades de trapicheo parlamentario al régimen minoritario del estáblishment.

Estamos convencidos de que una victoria indisputable de la candidatura de Unidad Ciudadana en la provincia de Buenos Aires será, como bien lo hizo notar ya el propio escriba macrista de Clarín Eduardo van der Kooy, quebrantará la espina dorsal de la alianza Cambiemos.

"Ha declinado el optimismo, la visión colectiva expectante sobre el futuro", dice van der Kooy sobre los 17 meses de poder macrista. Para él, empleado del gran capital, se trata de un "capital que el Gobierno administró con eficacia" en ese lapso. A decir verdad, lo que hizo el macrismo (y no podía sino hacer otra cosa, dada su orgánica ajenidad a las necesidades de las mayorías nacionales) fue dilapidar el capital político con el que contaba apenas un año y medio atrás.

Como consecuencia, la "lluvia de inversiones", que era la única apuesta de Mauricio Macri, se aleja cada vez más, y el desastre económico no tiene otro camino que la profundización. Si a eso se suma un triunfo de la ex presidenta vilipendiada, injuriada, calumniada, perseguida (y ahora amenazada con ir presa a manos del pistolero judicial Bonadío, lo que casi seguramente termine engrosando el caudal de sus votantes) como en los mejores tiempos de 1955, solo en una timba segura (la "bicicleta" del Banco Central) podrá haber algún chaparroncito de verdes, que así como caigan al reseco suelo del verano argentino se evaporarán hacia la fuga de capitales.

Sin ese bastón externo, a Macri solo le quedará el camino que ya emprendió: el que algunos economistas ya han definido, con precisión, como "populismo neoliberal": endeudarse a tasas cada vez más altas en un planeta que ya no se globaliza sino que se empieza a desglobalizar, para sostener una ficticia "superioridad" de su base social plebeya, mientras va despojando de todos sus derechos, según los modelos chileno o, ahora, brasileño, a los trabajadores y los excluidos... con todas las consecuencias represivas que forman parte de ese tipo de "negociación". 

Si es por los resultados de sus intentos actuales, tampoco es de esperar que eso le sirva de mucho. En la misma nota, van der Kooy admite que no le han sido propicias a Macri las imágenes de miles de compatriotas atrapados en supermercados a los que el macrismo financia desde el Banco de la Provincia de Buenos Aires, solo para poder llenar sus carritos cotidianos (y aún así esquilmados por los supermercadistas que, no olvidemos, dominan la Secretaría de Comercio así como las imperialistas del petróleo lo hacen con la de Energía).

Por el otro lado de la ecuación, y más allá de que la situación del movimiento obrero en la Argentina exija un análisis más pormenorizado, ni creemos, como muchos de sus críticos de ultraizquierda, que la prudencia de la conducción cegetista sea una traición al pueblo argentino ni, tampoco, pensamos que el de la suma prudencia ante un gobierno orgánicamente dispuesto a eliminar el fuero laboral mismo sea el camino que más le conviene seguir a los trabajadores.

Como siempre ha sucedido en nuestro país, solo la alianza de los trabajadores agredidos por una política de anticapitalismo selectivo del régimen Pro con las clases medias esquilmadas por un estáblishment que ya se ha convertido en un lujo demasiado caro para nuestro país salvará a la Patria. Motivos que no vienen aún al caso hicieron que las dos piernas del gigante, hoy por hoy, no marchen acompasadas. Si logramos aplastar el ímpetu macrista en 2017, tendremos oportunidad de hacer que marchen a la par en 2019.

Y esto significa hacer política nacional en el más profundo de los sentidos: en el del reconocimiento mutuo y la negociación entre los diversos componentes del movimiento nacional, que no se logrará si las dirigencias que lo representamos omitimos reconocernos (no escabullimos el bulto) como parte del problema, para convertirnos en herramienta de solución.

Es decir: las elecciones de agosto, y las de octubre, son cruciales en la Argentina. No vamos a ellas de la manera que hubiera sido más adecuada. Pero estamos aún en condiciones de preparar para Macri una salida indigna en 2019 y aprovechar el tiempo de tinieblas que nos depara la mera persistencia en el gobierno del Pro y de sus socios, más o menos presionada por la reptante amenaza de un retorno "populista" (es decir, del único soberano, que es el pueblo argentino). De aprovecharlo para que la próxima oportunidad, la tercera que tiene el movimiento nacional de remontar una contrarrevolución oligárquica, sea la vencida.

A esas lides nos lanzamos.


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