Editorial por Nestor Gorojovsky
Todo el contenido de
clase de esta marcha se define por la defensa del derecho individual a “hacer
lo que quiero con mi plata” (léase a comprar los dólares que se me antoje,
aunque eso funda al país). No nos extenderemos sobre estos aspectos
sociológicos, de tan evidentes que son.
El leit motiv de los
días previos, el machacar permanente de los grandes medios y de las redes
sociales, fue la consigna “No tenemos miedo”. En parte, fue un modo de animarse
unos a otros. En parte, publicidad. Pero en todo caso, fue coreada también, y
quizás fue una de las más coreadas, durante los cacerolazos.
“Miedo, ¿de qué?”, podríamos preguntar. Saben que no serán reprimidos. Saben que no irán presos. Saben que no sufrirán consecuencias. La policía solo ordenó el tráfico para que pudieran desplazarse, algo que no los sorprendió. Nadie fue a agredirlos, y aquellos a los que ellos agredieron (que alguno hubo) fueron retirados rápidamente del sitio donde se produjo la algarada.
Pero hay algo más: no
tienen miedo a una réplica contundente en el mismo terreno en que plantean su
desafío. Elestáblishment leyó las entrelíneas de la ciega confianza oficial en
el 55% electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Está convencido de que el
gobierno, al parecer, no está dispuesto a ganar las calles para confrontar con
ellos.
Han visto cómo se
sacó de encima, para no pagar costos que considera demasiado elevados, al
sector de la CGT comandado por Hugo Moyano, que era el que mayor capacidad de
movilización había mostrado. Han visto que prefiere hacer actos en estadios de
fútbol, y han deducido que no tiene confianza ni –quizás- demasiada fe en la
importancia de ganar las calles. Se dan cuenta de que el gobierno prefiere
comunicar “directamente” a la Presidenta con el pueblo, pero no desde el balcón
a una Plaza de Mayo fervorosa sino por vía de la “cadena nacional”, que
transmite reuniones cerradas con funcionarios de asistencia perfecta. Detestan
esa cadena, sí, pero perciben que la insistencia en esa vía desmoviliza les
deja el campo libre para que movilicen a su antojo.
Porque no solo
estáblishment hubo en estas movilizaciones. Sin llegar a ser masivas, fueron
nutridas. La dinámica política de los últimos meses le estuvo regalando
sectores de clase que, en rigor, deberían estar de nuestro lado y no del de
ellos. Es cierto que el famoso 55% contiene elementos debilitantes de por sí
(quienes votaron por Cristina y Macri, Cristina y de la Sota, o Cristina y del
Sel para no dar sino tres ejemplos, estuvieron en las calles para proclamar sus
verdaderas preferencias). Pero la participación, que la hubo, de sectores más
populares debe mover a la reflexión.
Daremos un solo
ejemplo, que quizás condense a todos. Hubo en las movilizaciones de Buenos
Aires un grupo de trabajadores del Banco Ciudad, que no deberían haber estado
allí. Los puso en la calle, sin embargo, el pésimo manejo con que se llevó
adelante la medida, correcta y justa en general, de traspasar al Banco Nación
fondos generados por los tribunales de justicia de la Capital Federal.
La medida se tomó sin consultar a quienes mejor podían haber
asesorado (los representantes sindicales del gremio bancario, fulminados ahora
porque mantienen su apoyo a la CGT Azopardo). Entonces, no se percibió que si
bien en el caso de los tribunales federales de Capital Federal era intachable,
en el caso de la justicia ordinaria solo era consecuencia de la manifiesta
morosidad del gobierno central en traspasar esa jurisdicción al gobierno de la
ciudad, cosa que debería ser consecuencia natural de la autonomía.
(No estamos a favor
de esa autonomía. Por el contrario, nos parece una gravísima inconsecuencia.
Pero si desde el gobierno central se insiste en que “la ciudad” se haga cargo
de ella en plenitud en el caso del subterráneo, no se le puede brindar el flanco
débil de negarle su ejercicio en el caso de la justicia ordinaria.)
Los bancarios del Ciudad no son más ni menos estúpidos que
cualquier otro ciudadano. Se les hizo demasiado obvio que una medida que la
patronal macrista seguramente iba a utilizar para justificar un endurecimiento
de las relaciones laborales -e incluso algún despido, si al caso viene- se
derivaba de manejos de poder que en nada servían al objetivo central de
unificar a las grandes masas del pueblo argentino en pro de la constitución de
una patria justa, libre y soberana, que es todo lo que cabe exigir de un
gobierno peronista.
Este tipo de manejos
erosiona el apoyo generalizado de que justificadamente goza el gobierno. Cada
vez se hace más necesario un polo de reagrupamiento de todos aquellos que
percibimos la necesidad urgente de ofrecer a los argentinos un ámbito desde el
cual puedan apoyar al gobierno nacional sin verse obligados a aceptar sus
errores por buena moneda. En esa tarea, aquellos sectores de la Izquierda
Nacional que no hayan derivado en oportunismos irremontables hacia la burguesía
nacional, o que no hayan caído en un rechazo ultraizquierdista del
kirchnerismo, tenemos una responsabilidad esencial. Pero no seremos los únicos
que formemos parte de él.
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