Este 24 de marzo los argentinos no nos congregaremos en las calles para conmemorar a las víctimas del régimen oligárquico e imperialista instalado en 1976.
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo no lo harán.
Nosotros tampoco debemos hacerlo.
Desde que estalló la pandemia del "Coronavirus" se cierne sobre nosotros una amenaza literalmente mortal y masiva.
No tenemos que darle el gusto a esta amenaza, porque hay un hilo que une la masacre argentina de 1976 y la repentina sombra de muerte que recorre el mundo entero, y está cayendo sobre nuestro país.
Esta vez nuestro modo de conmemorar a las víctimas del régimen de Martínez de Hoz y sus sicarios de uniforme pasa por la reflexión, en nuestros hogares, sobre cuál es ese hilo.
Todos recordamos que la Sra. Christine Lagarde, aseguró en abril de 2012 que hay demasiados "viejos improductivos" en el mundo.
Esa mujer y todos los que piensan como ella, silenciosamente, dan la bienvenida a esta peste, que se ceba en los ciudadanos mayores.
Lo intentó aplicar Boris Johnson en el Reino Unido, hasta que la máxima autoridad académica británica, el Imperial College, le hizo notar que si no tomaba medidas restrictivas el número de muertos sería, como mínimo de medio millón. Pero aún no terminó de recular.
La propuesta de Boris Johnson, que Donald Trump reitera en Estados Unidos, es la preferida por los plutócratas y mercachifles de la salud y los seguros de pensión.
Es la que recomendó Macri contra el "populismo", peor para él que el Covid19.
Es la que aplica Piñera. Es la que intenta imponer el demente Bolsonaro.
Es, en nuestro país, el pensamiento de todas las variantes de herederos directos de Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y sus diversos secuaces. La magnitud de la amenaza los ha obligado a callarse la boca otra vez, tras el jolgorio que vivieron bajo el Cuatrienio Sórdido de Macri. Pero no han cambiado de idea.
La irrupción de la pandemia provocó un repudio horrorizado de los argentinos a ese planteo genocida y darwinista. Y surgió de inmediato el reclamo a la plena intervención del Estado.
Pero el 21 de marzo pasado, ante una pregunta de Adrián Salonia en C5N, se pudo escuchar un intento débil pero claro de defensa de la estrategia de Boris Johnson ("es un camino posible") de labios de uno de esos comerciantes de la infectología que constituyen el "sector privado" de la medicina argentina, el figurón liberal ampuloso de Daniel Stambulian.
Si hasta un infectólogo comparte ese criterio genocida, qué no pensará el resto de nuestra plutocracia.
Combatir este virus, que es tan del gusto de los herederos del genocidio de 1976, es honrar a las víctimas del genocidio.
Si ahora la Argentina está tan complicada para detener esta infección es porque pese a la denodada resistencia popular el programa criminal del régimen de Martínez de Hoz y sus sicarios de uniforme sigue pesando sobre nosotros. Y porque las políticas de Macri, continuidad de aquellas, pusieron en serio riesgo al sistema de salud en todo el país.
Y hoy, gracias a la valiente acometida de Alberto Fernández y el Frente de Todos contra los beneficios empresarios si el precio se cuenta en vidas de argentinas y argentinos, el país entero se ha unificado detrás del Gobierno Nacional.
Las mayorías argentinas estamos dando ejemplo al mundo de disciplina epidemiológica. Las minorías privilegiadas dan otro: su insensibilidad, inconciencia, desprecio por la vida (creen que sólo la ajena) y odio de clase las mueven a rebelarse, a tratar de burlar por todas las rendijas la cuarentena. Es que odian ver en pie un Estado que renació pleno de fuerzas.
El repudio generalizado de la población caerá sobre ellos, si no reflexionan, con la misma potencia con la que ya cayó sobre los plutócratas que pretenden tener privilegios cuando todo el país aprieta los dientes.
En pocas horas, todos hemos comprendido que la Argentina que salga de este azote será muy diferente a la que entró en él. Minimizaremos las víctimas fatales, aunque no lograremos evitarlas todas.
Pero nos habremos reconocido nuevamente como integrantes de una comunidad, de una sociedad. Y habremos dejado atrás el maldito virus neoliberal, que tantos cerebros comió durante una larga década de ataque al país y al pueblo argentino por parte de la oligarquía y el imperialismo.
Una nueva Argentina será del pueblo, y buscará ante todo ser una patria.
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