Por Gustavo Terzaga
#LaSemanalDePyP
La gesta patriótica de recuperación de nuestras Malvinas fue una de la causas más heroicas e importantes, al menos de los últimos 150 años de nuestra historia nacional, y que la lamentable campaña de “desmalvinización” de posguerra no ha logrado desprender de ella los conceptos de causa grande y justa que anida aún en la conciencia patriótica y en la memoria histórica de nuestro pueblo. En este marco, consideramos que después de la guerra de Malvinas, y aún antes de la finalización de las acciones bélicas, aparece un proceso de fuerte “desmalvinización”, que cuaja como fruto de la colonización pedagógica que impide el surgimiento o fortalecimiento de nuestra conciencia nacional, que es lo que la cultura dominante anclada en la oligarquía vernácula, socia del imperialismo, no quiere que emerja.
La persistencia de esta campaña azuzada desde el norte
durante todos los gobiernos democráticos desde 1983 en adelante procuró
arrebatar el legítimo orgullo de nuestros combatientes de haber participado en
dicha gesta. Claramente, la “desmalvinización”, como uno de los tantos
dispositivos, responde a la colonización cultural que busca disciplinar a los
pueblos y a sus clases dirigentes para que convivan en armonía con su condición
de subordinados en el encuadre de una independencia formal y una realidad
estrictamente dependiente, en un país inmensamente rico, extenso y despoblado
como la Argentina. Perecemos no dar cuenta de la gravedad de vivir invadidos.
De tal modo, la restauración conservadora que llega al
Ejecutivo en 2015 a través del voto popular apunta, como no podría ser de otra
manera, sólo a afrontar el fatal aumento de la conflictividad social ante sus
políticas económicas y sociales insatisfactorias, asignando un nuevo rol a las
fuerzas armadas en la represión interna. Así, convierten a las FFAA en una mera
policía militarizada orientada a la seguridad interior, lo que es
manifiestamente incompatible con la defensa del interés nacional y la
integridad territorial del Estado argentino. Allí se materializa el éxito de la
estrategia imperialista; en la redefinición de las funciones de las FFAA de los
países periféricos como claro correlato geoestratégico en el campo militar de
la subordinación económica al capital financiero global. En sentido contrario y
desde una perspectiva nacional, no debe olvidarse al respecto, que ni el
General San Martín, padre de la patria; o Enrique Mosconi, militar e ingeniero
determinante para el desarrollo de YPF; ni Manuel Savio, otro ingeniero y
militar que contribuyó a la proliferación de la industria nacional; ni el
General Juan Domingo Perón; ni Julio Argentino Roca, que incorporó a la
Patagonia y federalizó a Buenos Aires, hubieran sido posibles en nuestra
historia sin otorgarle a las FFAA un rol estratégico en el rumbo hacia la
soberanía, la independencia y la justicia social.
Nuestros combatientes de Malvinas, muchos de ellos
partícipes de combates épicos, aún necesitan conocer de nuestro orgullo por el
legado patriótico que nos dejaron. Por eso, la reciente llegada a nuestra
ciudad de Río Cuarto de los restos mortales del Capitán Castagnari, comando de
la Fuerza Aérea que se encontraba sepultado en el cementerio de Darwin, que fue
vitoreada por cientos de riocuartenses que salieron a las calles a agitar
banderas para despedir los restos del héroe de Malvinas, no debe hacernos a
olvidar que nuestra irrenunciable soberanía sobre las Islas nos lleva a bregar
que las tumbas de nuestros soldados caídos en Malvinas deben mantenerse allí
como símbolo reivindicatorio. Más allá del deseo entendible de su familia de
que sus restos descansen junto a su hijo fallecido de sólo tres años. Puesto
que la muerte patriótica de aquéllos centinelas expresa el continuar en la
heroica y perpetua custodia simbólica de nuestra irrenunciable soberanía sobre
esos territorios de nuestra patria.
De lo contrario, hablar de “repatriación” de los restos
mortales de nuestros combatientes, impulsada en forma intencional por los
ingleses y respaldada por el actual Gobierno -que lleva adelante sus planes de
continua desnacionalización de nuestros territorios y riquezas-, implica una
tácita y deliberada renuncia de nuestra soberanía, que habría de implicar la partida
de sus heroicos custodios de los territorios en los que dieron su vida. Del
mismo modo, la “repatriación” de los restos sugiere la ofensa de que los
soldados murieron hace más de treinta años invadiendo un territorio ajeno,
cuando la verdad histórica dicta que dieron su vida en defensa del territorio
patrio contra el usurpador imperialista inglés. Quieren arrancar también de
nuestra conciencia que aquellos héroes yacen allí continuando, cual implacables
vigilantes y desde sus tumbas, con la defensa irrenunciable de nuestras islas
por la que allí dieron sus vidas.
La causa Malvinas constituyó uno de los pilares centrales
del pensamiento nacional desde principios del siglo pasado y siempre encontró
una considerable acogida en los sentimientos y las sensibilidades populares.
En el transcurrir del tiempo fue el propio pueblo quien fue
impulsando los homenajes a sus muertos y a la propia causa mediante la
construcción de innumerables monumentos y adoratorios, la imposición de sus
nombres a las calles, plaza, escuelas, nuevos barrios, banderas de fútbol,
tatuaje en las pieles, etc. Podríamos agregar que cuando el pueblo crea sus
adoratorios, fija su identidad y va trazando el camino de su futuro entre
dichos mojones, y la causa Malvinas constituye tal vez uno de los mayores
objetos de recuerdo y de culto en el país.
La “desmalvinización” va estrechamente vinculada con el
pensamiento colonial, y para impedir que dicha colonización logre penetrar y
desagarrar con más fuerza, sobre todo en las filas del campo popular, es
urgente la reconstrucción de nuestra conciencia a partir de un esquema de
pensamiento nacional que contrarreste el desconocimiento histórico que es
asiento de los prejuicios abstractos, la tilinguería, el cipayismo y demás
zonceras del dispositivo colonial. Entonces, debatir Malvinas implica debatir
el carácter y la forja de la impronta de quienes han de protagonizar las
futuras luchas por la liberación latinoamericana.
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