JUSTICIA Y FINANZAS EN LA ARGENTINA SEMICOLONIAL
Por Nestor Gorojovsky
En las últimas dos semanas se desarrolló un al parecer insalvable enfrentamiento entre el Presidente macrista de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Rosenkranz, y el resto de los Supremos (atacados de pronto, quizás al calor de las encuestas, por una especie de brote de "peronismo judicial").
En ese marco, el domingo 11 de noviembre de 2018 el diario imperialista Clarín publicó un reportaje al proimperialista juez Rosenkranz, en el que destaca su disposición a "devolverle legitimidad y credibilidad al Poder Judicial".
¿Cómo puede justamente Rosenkranz, alguien que estaba dispuesto a ser metido de prepo en la Corte por DNU presidencial, devolverle a la Administración de Justicia "legitimidad y credibilidad" algunas?
Para entenderlo debemos asumir que el macrismo y el propio Rosenkranz entienden por "legitimidad y credibilidad" lo contrario de lo que entiende la gran masa de los argentinos.
Cualquier ciudadano común supondría que el Poder Judicial de la Nación debería despertar "legitimidad y credibilidad", ante todo, en el conjunto de los ciudadanos argentinos, que es lo que sucede en cualquier Poder Judicial de cualquier país del mundo que pretenda ser respetado.
Pero las cosas no son tan simples. La "legitimidad y la credibilidad jurídicas" no son una abstracción, sino asunto de clases sociales y objeto de la lucha de clases.
Lo mismo que pasa con la "confianza financiera", dicho sea de paso. Y en realidad los tres conceptos están íntimamente vinculados: cuando se habla de plata, aquello que despierta credibilidad y confianza al acreedor puede llegar a ser lo opuesto a aquello que se las inspira al deudor.
Y ya que al hablar de plata las cosas se clarifican, a los efectos de desmontar la bicéfala zoncera jurídica -"de abogado recién recibido", como hubiera dicho Arturo Jauretche- lo más fácil es empezar por la zoncera financiera. Es lo que haremos.
Para Cambiemos, y para todo el cipayaje intelectual agroexportador, el problema de la Argentina es que no logra despertar una verdadera "confianza" entre sus acreedores externos. Cualquier inversor extranjero, dicen (y agregamos nosotros: incluso aquellos que invierten en alguna actividad productiva real, ésos que los cambiemitas solo ven en las películas), necesita "confiar" en que el Estado argentino le permitirá llevarse a su casa las ganancias obtenidas por sus inversiones, y necesita su apoyo ante los reclamos de la ciudadanía argentina. Mientras no tenga esa confianza, no invertirá aquí.
Para atraer la ilusoria lluvia de inversiones a la Argentina, Cambiemos defiende frente al Estado a "la parte más débil", es decir el gran capital imperialista. Solo le interesa ésa confianza. La del pueblo argentino tiene que subordinársele, por las buenas o por las malas y peores.
Lo mismo pasa, volviendo ahora a la zoncera jurídica, con la credibilidad y la legitimidad de la administración de justicia: las que satisfacen al extranjero bien pueden no satisfacer a los locales. Pueden, como en el caso de la confianza, fortalecerse con aquello que las debilita ante el común de los argentinos.
Pues bien, así como Macri pretende ganar credibilidad ante los dueños de ese capital tan desconfiado y tan "débil", Rosenkranz pretende que la administración argentina de justicia otorgue legitimidad a cualquier tropelía que ese capital pretenda perpetrar contra nosotros.
Porque ese capital es "el mundo", aseguran. Tenemos que dejarnos penetrar, incluso violatoriamente, por ese capital, para poder "integrarnos al mundo". Las confianzas, las credibilidades y las legitimidades que provocan sueños húmedos a los integrantes de la conducción de Cambiemos son las que lo favorecen. Aunque agredan sistemáticamente a ESTE mundo al que pertenece nuestro país, que es el saqueado.
Rosenkrantz, quien para el común de los argentinos aparece como un Supremo desdoroso por haber estado dispuesto a aceptar la burla hasta de las normas más elementales del derecho procesal y constitucional con tal de tomar por asalto una banca en la Corte, no aparece del mismo modo para el capital extranjero.
La medida de la credibilidad y la legitimidad, para los argentinos, está dada por el respeto a la Constitución (por más que muchos estemos convencidos de que tal como está la Constitución no sirve al país). Para el capital extranjero, está dada por el grado de libertad de que disponga para extraer de nuestro territorio cuanta riqueza logre capturar.
Así se entiende la contradicción aparente entre la conducta de Rosenkranz, nada propensa a consolidar la credibilidad y la legitimidad en la administración de justicia a cuyo tope se encuentra, y sus declaraciones periodísticas.
El común de los argentinos descree en una administración de justicia -y duda de su legitimidad- cuando la ve inmutable el día que Macri y Michetti violaron la Constitución Nacional al momento mismo de jurar sus cargos (lo hicieron en falso, eludiendo el juramento de ejercerlos con patriotismo).
Descree de ella cuando no se alza contra ministros y legisladores que eliminan derechos consagrados por la Constitución. Duda de su legitimidad cuando los jueces mismos son benévolos con genocidas condenados hasta por la moral universal.
Descree y duda, en fin, de la administración de justicia cuando espías, medios, operadores y magistrados adictos persiguen judicialmente a los opositores, cuando sus voceros consideran "mafias" a los abogados laboralistas, etc., etc., etc.
Pero al tomar esas medidas, la administración oligárquica e imperialista de la justicia capturada por la banda macrista gana legitimidad ante el verdadero objeto de sus desvelos: la legitimidad y credibilidad ante el gran capital imperialista.
El Pro quiere construir una colonia en la que los grandes capitalistas saqueadores no buscarán la protección de los tribunales de Nueva York contra el pueblo argentino y sus representantes... porque la garantizarán los tribunales de Buenos Aires.
Cuando las grandes empresas expoliadoras "no teman" someterse a nuestros tribunales, la faena estará concluida. Una rendición incondicional de la República Argentina. Habremos ganado la "legitimidad y credibilidad" que busca Rosenkranz. Habremos perdido la patria, pero eso no interesa a un gobierno extraterritorial. Su "legitimidad" y la "credibilidad" no es de derecha ni de izquierda: es saqueadora.
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