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#LaSemanalDePyP • El monumento a la coima y la campaña oligárquica contra la corrupción


Por Nestor Gorojovsky

Buenos Aires debe de ser la única ciudad en el mundo en la que se erigió un monumento a la coima.

Se trata de dos estatuas art decó, emplazadas en un ángulo del recientemente desaparecido ministerio de Salud, originalmente de Obras Públicas.

Ícono de Buenos Aires, primer rascacielos de la ciudad, con 93 metros de altura y 22 pisos, el Ministerio de Obras Públicas (M.O.P.) iba a tener un edificio gemelo, sobre la mano Este de la entonces recién iniciada "Avenida Norte Sur" (que ahora es la conocida 9 de Julio). Entre ambos oficiarían de portal de ingreso a la ciudad. El hermano nunca nació. Váyase a saber en qué recovecos de la corrupción conservadora se perdieron los fondos a él destinados.

Ni siquiera se sabe con certeza quién puso allí esas estatuas. Sí se sabe que lo hizo clandestinamente. En su página web, Infobae las recordó en marzo de 2018, diciendo que "de acuerdo a la versión más firme, fueron encargadas al artista Troiano Troiani, pero ... no figuran en el proyecto original del edificio ni en los planos ni en ningún archivo" [1].

La fuente, insospechable de filokirchnerismo, acierta al juzgar que "la imagen que transmiten es brutal" y "está a la vista de todos" en "dos estatuas, heladas, de piedra, ... una con un cofre en las manos y la otra con una mano extendida hacia atrás, pegada al cuerpo, con la palma hacia afuera, mirando hacia abajo, distraída o avergonzada, con un dejo de culpa". 

"Probablemente", aventura el medio capitalino, las estatuas "marcaron el sino de corrupción de la época de su emplazamiento". Después insiste, machaconamente, con la afirmación de que se trata de un símbolo de la Argentina -y del peronismo- más que de la Década Infame, típica zoncera autodenigratoria digna del análisis devastador de Arturo Jauretche [2].

Por lo demás, y como demostración de que en el periodismo argentino corren tiempos para curarse en salud, ya el adverbio inicial del redactor abre un inmenso paraguas para protegerse de cualquier ataque de esas hoy nuevamente gobernantes fuerzas nefastas para el país.

Sea como sea, en esa operación comunicacional le salta a Infobae el costado antinacional: las estatuas, mudo reclamo al régimen que Hipólito Yrigoyen denominaba "falaz y descreído", están referidas a la Década Infame y no al peronismo, que vino a terminar con ella. 

Porque lo único cierto, lo único claro en este asunto es que la construcción del monumental ministerio, el hecho contra el cual las frías moles protestan mudas, empezó y terminó durante ese horrendo período de nuestra vida nacional. El edificio fue "concebido por el arquitecto Alberto Belgrano Blanco, pero llevado a cabo por su colega José Hortal, director nacional de Arquitectura en 1933", apunta la nota. En pleno régimen fraudulento de Agustín P. Justo, precisemos.

Las estatuas son una expresión de hartazgo con la corruptela generalizada de los conservadores, esos mismos que entonces calumniaban por corrupto a Hipólito Yrigoyen y hoy con la banda de Macri tocan la música estridente de la "corrupción" del gobierno kirchnerista. Esos mismos que hasta indican a jueces con columnas vertebrales extremadamente flexibles que ordenen prisiones preventivas en base a la mera presunción de haber cometido un delito.

Pero el escriba de Infobae pone que el "mensaje en el antiguo edificio de Obras Públicas es de una claridad tal, que descubrirlo, con tanta agua corrida bajo el puente, sobre todo en los últimos 12 años, espanta como una profecía". O sea que un mensaje contra la corrupción conservadora y oligárquica se convierte en una profecía contra un gobierno popular, antioligárquico y al que se quiere aplastar (como al de Perón y antes al de Yrigoyen) bajo una inmensa lápida en la que reza "Todos chorros".

Este tema de la corrupción provocó esta semana un movido debate entre integrantes del campo nacional. Quizás convenga hacer notar que reversiona un asunto mucho más medular, que la Izquierda Nacional (y Jorge Enea Spilimbergo en particular) tiene muy trabajado [3].

Lo primero que debe decirse es lo que señalamos arriba para Infobae: el régimen macrista usa argumentos de corruptela para atacar al movimiento nacional. Y en eso se expresa el carácter hondamente oligárquico de su accionar.

Desde este punto de vista, todos los presos sin condena del macrismo, sin que importe la acusación de que son objeto, son presos políticos.

Y la defensa de los presos políticos es irrenunciable.

Es más: ahora que la administración de justicia está infestada de verdaderos suboficiales sanguinarios pertenecientes a un enorme ejército de ocupación judicial, ni siquiera las condenas por supuesta corrupción que se hayan dejado firmes bajo este régimen merecen el más mínimo respeto y deberán ser objeto de particular reconsideración en un futuro régimen patriótico y popular.

Todo preso político del macrismo es una amenaza contra el conjunto del campo nacional. Aclarado ese punto de la irrenunciabilidad de la defensa de los presos políticos, pasemos a lo sustancial:

El macrismo carece de todo derecho a juzgar un solo caso de corruptela de ninguno de los gobiernos que lo han precedido. No tenemos que bajarnos jamás de esta postura de principios: políticos oligárquicos y políticos burgueses no "son iguales". Y, agreguemos, ni siquiera sus eventuales corruptelas son iguales. 

Refiriéndose al golpe del 16 de septiembre de 1955, Spilimbergo se pregunta quiénes lo han ejecutado. Y se responde con otra pregunta: "¿El pueblo? No: la oligarquía. Y ¿cómo la oligarquía, la venal y corrupta oligarquía, se erige en custodio de la austeridad republicana y en censora atrabiliaria de sus enemigos, los gobiernos populares? Porque necesita aliados, un mínimo de pueblo, en suma, para poder triunfar. Va a buscarlos a la clase media, cuya debilidad y confusión explota, ocultando sus propios fines tras el canto de sirena de ... consignas eficaces ... La 'moral' es una de ellas; vale decir, la lucha contra la 'corrupción' del peronismo: gobierno y sindicatos. Que se trata de un pretexto destinado a legitimar el alzamiento en armas contra un gobierno de mayoría popular, lo dice quien lo esgrime: el grupo social más comprometido por sus fraudes, peculados y entregas".

"No obstante", sigue Spilimbergo, "el recurso obtiene resultados inmediatos e inflama el corazón de ciertos sectores de la pequeño-burguesía: tienen éstos su lista de agravios contra el movimiento de las masas, justos algunos, hijos de la miopía o el resentimiento los más. La propaganda oligárquica moviliza este sector social a modo de fuerza de choque, tras banderas especiosas como ´moralizar´, ´restaurar las libertades´, etc ... El resultado está a la vista: conquistado el poder ... la situación ... cae en manos de quienes laboraron para sí, mientras se desplazan al llano las fuerzas que practicaron la enajenación como conducta sistemática".

En rigor, al fin de cuentas, la corruptela es endémica en el modo de producción capitalista, mientras que en todos los demás es un producto de la escasez general. Cuando el capital maneja el látigo, la corrupción no es más que una forma de acumulación al margen de la legislación vigente, y deja de serlo cuando cambia la legislación. El hecho precede siempre a la norma, y la acumulación "mal habida" (pero bien habida desde la tesis de la ley de la selva que rige bajo el capitalismo en estado puro) se legaliza a posteriori.

Sobran los ejemplos en la Argentina, y no precisamente bajo gobiernos populares sino bajo los regímenes oligárquicos.

Estructuralmente, la corruptela no es más que un modo de percibir rentas extraordinarias. En tanto tal no es sino una forma más de la realización efectiva del afán de lucro: un aspecto más, en último análisis, de la acumulación, y en realidad uno de los principales mecanismos de acumulación primitiva.

La acumulación primitiva no "ocurrió una vez en la historia y después dejó de ocurrir". A nivel microeconómico, es un rasgo permanente del modo de producción capitalista. Por ejemplo, el empresario que, explotando hábilmente la ingenuidad de sus parientes, se queda con toda la herencia de un finado con cuya hija se casó, está practicando en nuestros días esa "acumulación primitiva". En rigor, casi no hay una sola fortuna burguesa que no haya brotado de alguna forma de acumulación primitiva, incluyendo aquellas que implican la transgresión de las normas vigentes, que podría ser vista como corruptela.

Las actualmente sacralizadas propiedades fundiarias en la región pampeana, sin ir más lejos, surgen históricamente de múltiples operaciones oscuras, de fraudes al Estado y de transgresiones de la ley que implicaban la corrupción de funcionarios desde el inicio mismo de la historia económica del núcleo porteño de la oligarquía argentina: cuatro siglos atrás, cuando inició su trayectoria socioeconómica, ese grupito que los piratas conocían como "la pandilla del barranco" no ahorraba en gastos "administrativos" para cerrar el ojo de los agentes de la Corona que debían impedir el contrabando, su principal actividad económica. Bien lo relató en su "Historia del país de los argentinos" el nacionalista católico Ernesto Palacio.

Toda la propiedad oligárquica nace de ese desfalco monumental al erario público.

Pero la acumulación primitiva -que a nivel microeconómico antecede incluso al régimen capitalista- solo despierta interés político cuando se convierte en un fenómeno macroeconómico, y debe ser juzgada en función de ese carácter macroeconómico.

En ese plano, que es el del destino de la nación, la única pregunta válida es "¿Fomenta la acumulación general dentro de los límites de un estado nacional en construcción, o la corroe?"

La pregunta se torna dramática en la Argentina, un país en el cual hay una revolución nacional pendiente que elimine políticamente a los sectores de las clases dominantes cuya acumulación microeconómica pasa por asegurar el drenaje permanente de riqueza hacia el extranjero... donde es acumulada, y luego se usa entre otras cosas para endeudar al Estado argentino.

El imperialista, el oligarca, el gerente e intermediario del gran comercio internacional abominan con toda su alma de la acumulación primitiva que incrementa el poder de la sociedad y del Estado argentino contra los Estados y las sociedades extranjeras que pretenden someterlo a condición semicolonial. Si la vía elegida para ejercer esa acumulación primitiva nacionalmente necesaria -que aborrece la oligarquía, porque ve en ella una amenaza a su predominio- es la vía burguesa, entonces corresponde admitir la coima como un mal inevitable.

No está en juego la ética individual: acumular en beneficio del conjunto del país será quizás "inmoral", pero es tolerable si la riqueza así obtenida permanece en el país y contribuye a su prosperidad.

La única corruptela intolerable es la de los oligarcas y los gerentes de las empresas imperialistas, que la usan para empobrecer al pueblo y eliminar a la patria, máximo nivel de inmoralidad que puede alcanzar un ciudadano.

Si se desea tender hacia un gobierno patriótico sin corruptos, los mecanismos no pasan por denunciar la corruptela cuando el régimen semicolonial la usa como garrote contra nosotros. La mejor manera de desalentar la corruptela es la plena estatización de todas las fuentes de renta, en especial de la ejecución de las obras y de la prestación de los servicios públicos. Es ridículo siquiera pensar que el Estado puede coimearse a sí mismo. 

A lo sumo una draconiana legislación administrativa y una lupa permanente puesta en las oficinas de contratación con privados alcanzarán para minimizar la corrupción.

"Ahora bien, a diferencia de lo ocurrido después del golpe de 1955, el "preferido de Avelluto", la hipócrita prédica "moralista" del régimen colonial oligárquico ha impregnado, inyectada por múltiples vías de extrema potencia, vastas capas de nuestra ciudadanía. Por lo tanto, aún sabiendo que el tema de la corrupción es una falacia interesada que esgrimen los máximos corruptos para asegurarse apoyo de los sectores subalternos, quizás en esta oportunidad sea necesario que el campo popular deba cosechar apoyos de los afectados por esa propaganda política subliminal.

Y si Juan Grabois cumple ese papel, bienvenido sea. Más para ser plena esa campaña tiene que atacar a la oligarquía como la máxima corrupta y como causa de todos nuestros males. No tiene que atacar, ni siquiera parecer que ataca, presos políticos. Están presos por sus virtudes y no por sus eventuales defectos.

Ni un solo miembro o partidario firme y convencido del actual régimen tiene el más mínimo derecho a juzgar los actos de un solo miembro o partidario del movimiento nacional. Ellos son los mayores corruptos, porque son traidores a la patria. Y no hay peor corrupción que la traición a la patria. 

NOTAS

[1] https://www.infobae.com/politica/2017/03/08/la-historia-del-desconocido-monumento-a-la-coima-unico-en-el-mundo-y-en-plena-9-de-julio/
[2] Nótese además que si la zoncera es válida, si somos un país corrupto por naturaleza, y no solo eso, sino también un país especialmente corrupto, entonces no es inocente: se diluye la indisimulable corruptela conservadora, instalada en el corazón de nuestra sociedad por la oligarquía gobernante.
Y los conservadores, en sus diversas encarnaciones (la última es el Pro) son justamente el grupo político que se pasa la vida despotricando contra la corrupción de los regímenes de cuño popular como el yrigoyenismo y el peronismo. 
Baste recordar que esos diez años en que los conservadores se mantuvieron en el poder por medio del fraude y con la connivencia de la conducción alvearista de la UCR estuvieron traspasados por innumerables hechos de peculado y malversación de fondos públicos.
[3] Accesible, entre otros sitios, en http://www.formacionpoliticapyp.com/2014/05/523/ este documento de Jorge Enea Spilimbergo, fiel a su particularmente agudo estilo, combina crítica coyuntural (a las acusaciones de corruptela contra la década de gobierno del general Juan Perón) con una vasta serie de observaciones políticas y conceptuales que tienen plena utilidad en nuestro tiempo aciago de retroceso nacional.

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