La contrarrevolución ha encontrado en el juez Bonadio y su
oficina operística en Comodoro Py un ariete fundamental, aunque solo eficaz
bajo las condiciones engendradas por la horda macrista, para terminar con
cualquier rasgo de autonomía económica argentina.
Las actuaciones del juez de la servilleta apuntan ahora a la
burguesía transnacionalizada de la Argentina, con el procesamiento no solo de
Paolo Rocca -hijo del ex ministro de industrias de Mussolini y principal
accionista de Tenaris, el consorcio luxemburgués que domina al grupo Techint-
sino también al presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario y el más grande
agroexportador de Santa Fe, Alberto Padoán, dueño de Vicentin.
La embestida brutal de los gerentes extranjeros que
asaltaron el poder después del fraude de campaña de 2015 no tiene límites.
Bonadio es la mano judicial de la embajada estadounidense para bajarles el
precio a los grandes grupos económicos de la Argentina, que no sólo tienen sede
en la CABA.
El macrismo no ataca solamente a los trabajadores y sus
organizadores. También ataca a las pequeñas y medianas empresas argentinas. Y,
ahora termina de confirmarse, puesto que Bonadio está donde está por la
protección que le da la banda extraterritorial gobernante, que también apunta a
la extranjerización total, completa, y definitiva, de la actividad económica de
la Argentina.
Pasadas las 16:30 de ayer, la acción de Tenaris, fabricante
de tubos petroleros que cotiza en Wall
Street, caía un 10,2%, mientras que el ADR de Ternium, la otra compañía del
holding que fabrica aceros, descendía un 3,3% respecto del cierre del lunes,
informaba Infobae.
De esta manera, el plan de imponerle al país la locura
libremercadista se acompaña con la renuncia de hecho a cualquier forma de
independencia económica. Hasta el Sr. Méndez, ese portavoz de lo peor del
neoliberalismo que tanto hizo desde la UIA para que llegue Macri al poder, se
queja de las consecuencias de sus actos. El inconcebible Rattazzi, el mentecato
que los italianos se sacaron de encima poniéndolo a dirigir la Fiat en
Argentina, le hace coro. El rentista inmobiliario Constantini se queja de que
con la caída del peso sus activos ya no lo incorporan al selecto mundo de los
multimillonarios.
Es evidente que la gran burguesía argentina fue incapaz de
defender sus intereses y se puso al cuello la misma soga que le colocó al resto
del país. Aquí solo ganan los oligarcas, las cuevas y cavernas de las altas
finanzas y, parcialmente, el grupo Magnetto.
Ha llegado la hora de la verdad, para todos: o los
argentinos imponemos la ley de las masas sobre la de las minorías, o no
mereceremos llamarnos argentinos. El núcleo podrido de metecos y vendepatrias
no merece otro camino que la confiscación de bienes, ya que además obran muy
alegremente en favor de la potencia que ocupa nuestros territorios insulares en
el Sur, y, por supuesto, de sus más íntimos aliados.
O embajada yanqui o frente de salvación nacional. No hay
otra alternativa. Y si la alta burguesía pretende sobrevivir, mejor será que
agache su cabeza ante quienes podemos salvarla, y abandone todas sus
pretensiones de imponer sus trasnochadas ideas al conjunto de la Nación. Nada
hay en la Nación superior a la Nación misma, dijo el Presidente Avellaneda. Y
por cierto esto se aplica muy en particular a estos cipayos enriquecidos y
desagradecidos que se creyeron por encima de nosotros.
Macri y sus jueces demuestran que no era así.
Comentarios
Publicar un comentario