Por Nestor Gorojovsky
"¡Esto que está pasando no puede estar pasando, no es
normal!", se asombraba al aire Guillermo Moreno ayer, 27 de septiembre. Y
a continuación se preguntaba porqué el Fondo Monetario Internacional aceptaba
las medidas insustentables del régimen macrista. En su opinión, lo que hizo el
FMI fue establecer una cuarentena en torno a nuestro país para que no contagie
al resto de América Latina, dejarnos librados al arbitrio de la banda
gobernante, y desentenderse de las consecuencias. "Consiguieron que me
quede sin palabras", concluyó Moreno.
El estupor de Moreno es comprensible. Sin embargo, nada es
tan enloquecido como parece. Ideológicamente, el régimen macrista, para
desesperación de soñadores como Tenembaum o Fernández Díaz, que siempre
quisieron ver en él algo distinto a lo que es, no pasa de esto que vemos ahora:
una secta febril para la cual toda la sabiduría económica se reduce al juego
mercantil de oferta y demanda más cruda.
En ese esquema, como el problema es la demanda de dólares,
hace falta eliminarla quitando oferta de pesos del "mercado". Tal
como filtró alguna fuente anónima desde el gobierno, "si no tienen pesos,
no van a poder comprar dólares". Y por supuesto, cuando el cuerpo vivo se
torna cadáver, la fiebre remite. La inflación caerá, nos indica el macrismo,
aunque eso cueste liquidar toda traza de actividad productiva en la Argentina.
No por casualidad, después de su triste aparición fugaz en
las cámaras, el presidente Mauricio Macri abandonó todo el escenario a Dante
Sica y a Carolina Stanley: su papel es consolar a los moribundos; y ésa es la
única misión que de ahora en más tienen los responsables nacionales de
producción y de acción social. El macrismo está asesinando a la Argentina.
Llegó así la hora de enfrentar las bases materiales de ese
crimen. La ideología macrista no flota en el aire. Está arraigada en tres
robustas piernas (a falta de dos): el monopolio oligárquico de las divisas que
aporta la región pampeana por la renta diferencial de las grandes explotaciones
agroexportadoras, las gerencias locales del gran capital monopólico
imperialista o transnacionalizado que da cuenta de casi dos tercios de la
producción y los servicios en la Argentina, y, estrechamente asociada a ambos,
la burguesía comercial y financiera expandida hasta el infinito por las
políticas de José Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y otros astros
menores de la misma constelación de técnicos cipayos en "economía".
Nacionalización del comercio exterior, nacionalización de
las empresas privatizadas, liquidación de la timba financiera y expulsión de
todos los bancos privados extranjeros que hayan incurrido en facilitación de
fugas de capitales serán tres medidas indispensables para salir del marasmo al
que nos lleva el macrismo.
Y, para empezar, habrá que repudiar la deuda odiosa
contraída por el Fondo Monetario Internacional con un gobierno, cuando su
obligación es hacerlo con los Estados. También con el sector financiero de la
plutocracia imperialista habrá que hacer un especial ajuste de cuentas.
La Argentina agroexportadora, parasitaria, improductiva y
extrovertida, está muriendo ante nuestra mirada. De nosotros depende ser
liquidados por la putrefacción de nuestras clases dominantes, o sacárnoslas de
encima para emprender un nuevo camino de liberación.
Después, veremos. Sin estas cuatro medidas elementales, no
habrá manera de impedir que volvamos a caer, más tarde o más temprano, en una
nueva contrarrevolución, que nos hundirá nuevamente, y más bajo aún.
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