Editorial por Néstor Gorojovsky
El encuentro y sus vísperas
El encuentro y sus vísperas
El hecho político
más importante al cierre de esta edición fue el reencuentro, después de siete
años de agrio encono, entre Cristina Fernández de Kirchner y Hugo Moyano en una
jornada de formación sindical en el cámping de SMATA en Esteban Echeverría,
Provincia de Buenos Aires, el viernes 9 de agosto.
Tanto la ex
Presidenta como el ex Secretario General de la CGT se mostraron resueltos a
trabajar para la formulación de una vasta unidad del peronismo. Su objetivo
común, que es el del pueblo argentino, es poder vencer a Macri en las
elecciones de 2019.
Las declaraciones
fueron escuetas, contradiciendo la ansiedad de los periodistas. Moyano anunció
que volverían a reunirse en el futuro cercano, y hasta allí llegaron.
Pero el hecho en sí mismo, la fotografía del
encuentro, redefinieron el panorama político argentino.
Lo que debe
tenerse en cuenta, sin embargo, es que este encuentro no es un rayo en cielo
azul y sereno. Es el resultado de un largo proceso de reagrupamiento de las
fuerzas populares tras la derrota sufrida en octubre de 2015.
Y estuvo presente
en esa reunión el verdadero artífice de todo el encuentro, el diputado y
sindicalista Omar Plaini. Doble carácter el de su representación, que indica el
sentido profundo que habrá de tener, para triunfar, la reunificación del campo
popular contra la barbarie oligárquica instalada en la Rosada.
Sin embargo, es
oportuno señalar que la esperanza de la clase trabajadora está puesta ante todo
en el movimiento obrero, y en especial, en la CGT. El encuentro estuvo
precedido por un poco comentado, pero crucial, reordenamiento de las filas del
principal agrupamiento del movimiento obrero.
Hemos creído
oportuno extractar, para describir las grandes líneas de este desplazamiento
tectónico de las placas sociales de la República Argentina, los párrafos más
significativos de una nota del periodista Gustavo Ramírez, “La CGT como
esperanza de la clase trabajadora”, redactada pocos días antes del encuentro en
el cámping de SMATA, y que publicamos también en esta edición.
Entretanto, hubo un par de andanadas en torno a la cuestión de la
ética y la política. La primera, certera y devastadora, se la asestó el
periodista Juan Amorín a la gran esperanza del Pro, la gobernadora bonaerense
María Eugenia Vidal.
La respuesta fue un escandalete de imprevisibles derivaciones sobre
supuestos cuadernos con anotaciones de tráfico de retornos entre empresarios y
el gobierno kirchnerista (pero también el actual), lanzado desde el diario La
Nación por el operador macrista Diego Cabot.
No es nuestro interés refutar un alegato que centra en cuestiones de
ética personal o empresaria (si es que este último animal existe) el debate
político argentino, pero sí interesa señalar que el sesgo despolitizante de
este intercambio de fuego es negativo para el interés de las grandes masas
argentinas.
Como si supiera lo que se iba a venir, el 11 de mayo el becario del
CONICET Ezequiel Ipar escribió en la revista "Bordes" que "cuando una fuerza política consigue
apropiarse de la capacidad para sacar del medio a los adversarios que la
desafían sin tener que recurrir a la política (que supone los costos de la
polémica pública y los resultados contingentes de pretensiones de legitimidad
contrapuestas), se provee a sí misma de un arma que es tan eficaz que no puede
permitir que otros la usen, para lo cual el paso siguiente consiste en anular
el espacio de la política".
Eso es, exactamente, lo que está intentando hacer el régimen
macrista con el sesgo cada vez más antipolítico de su prédica y su accionar
mediático-judicial. En esa advertencia del académico de la UBA podemos
encontrar el sentido real del agigantado escandalete jurídicamente ridículo de
los "cuadernos" que ahora agita un Bonadío que teme ir preso si
Cristina Kirchner retorna a la presidencia.
El escandalete aparece justo cuando gracias al formidable trabajo de
Juan Amorín se destaparon otros casos, en los que a la corrupción el macrismo
asocia una falsedad ideológica aberrante, como el de los afiliados falsos y en
especial el de los aportantes falsos para la campaña del Pro.
Pero esa concentración en asuntos de orden abstractamente ético que
hace inadmisible darle entidad política a los ida y vuelta de un accionar
judicial cuyo único objetivo es confirmar en los sectores más atrasados
políticamente de la ciudadanía la noción autodisculpatoria de que no se
"equivocaron" al votar a Macri, sino que "todos los políticos
son iguales".
Si Ipar hubiera necesitado disponer de alguna prueba de su teoría,
en el escandalete de los "cuadernos" ya la tiene. No nos dejemos
llevar por operaciones. Ni, en lo posible, las hagamos el centro de nuestro
accionar político.
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