¿Qué hacer en las Legislativas de octubre? Una pregunta para los argentinos que se reconocen de izquierda
En estas legislativas, a diferencia de las PASO, Cambiemos se juega la permanencia por más de un período. Nadie que se defina como “izquierda” puede dejar de ver que el macrismo, además de sus rasgos de partido patronal, se presenta, hacia adentro y hacia afuera del país, como los gestores locales de una restauración semicolonial. No se trata por lo tanto de una opción “burguesa” más.
Si el macrismo logra imponerse sobre las demás opciones, y en particular a la única que puede presentarle batalla electoral real, la que se agrupa en torno a la figura de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no solo habrá reforzado su política, la más orgánica y profundamente antiobrera que haya tenido la Argentina desde el régimen de 1976.
El gobierno de Cambiemos, encabezado por Mauricio Macri, lleva adelante desde el 2015 un programa político económico de las parasitarias clases dominantes autóctonas. Este programa, que es el fiel reflejo de sus necesidades históricas: relanzar su proceso de acumulación a través de la valorización financiera, promover la exportación de productos agropecuarios y productos de manufactura agroindustrial, achicando a su mínima expresión el mercado interno, y lisa y llanamente estafar al conjunto del pueblo argentino a través de una desorbitada ola de especulación financiera que permita fugar del país no solo la riqueza producida sino además los ahorros de la sociedad y de cada uno de los ciudadanos, como ya ocurrió repetidamente y la última vez en 2001.
El ideal del Pro y Cambiemos es la Argentina de 1890, y para imponerlo tendrá que aplastar cualquier resistencia. La intimidación con Gendarmería y la policía, la detención sin juicio de opositores o la desaparición de personas, como en el caso de Santiago Maldonado, no son “errores”, son avisos: están dispuestos a todo. No necesitan sobreexplotar a la clase trabajadora. Necesitan expulsar de la actividad productiva a un número de habitantes que sea compatible con la remisión de riqueza al extranjero y la necesidad de detonar los niveles salariales.
Nunca antes, desde que la lucha del yrigoyenismo radical logró imponer el voto universal y secreto, las clases dominantes argentinas habían tenido la posibilidad de acceder a la conducción política del estado a través del voto popular. El respaldo que esto representa para su política de expoliación es significativo. El poder político que han acumulado es inédito.
Se cansaron de expoliar al estado a través de negociaciones espurias en las que fueron el principal factor corruptor de la mal llamada “clase política”, que desprecian ahora que conducen directamente al Estado. Allí donde les conviene e interesa, se apropian de él, como en el caso de Vialidad Nacional. Mantienen, institucionalizan y profundizan lo que hubo de “malo” en el gobierno anterior, y destruyen todo lo mucho que tuvo de “bueno”.
La lucha contra los antiguos “sobreprecios” producidos por los “políticos coimeros” se convirtió con Cambiemos en la completa apropiación del Estado argentino por unos pocos cárteles y monopolios, cuyas autoridades e intereses están completamente opacados a la compulsa pública.
Roban descaradamente, los fiscales de la República. Ya no hay intermediarios que muerden un porcentaje del costo de las obras públicas. El Estado argentino entero, y los Estados de las localidades y provincias que controlan, se convierten en su propiedad exclusiva.
Frente a estos depredadores, el peronismo es la mejor herramienta, la más revolucionaria, que supo darse el pueblo argentino en su resistencia a la explotación nacional y social. Al menos hasta ahora, sin embargo, no ha logrado cumplir su programa, al que la clase trabajadora supo dar su apoyo el 17 de octubre de 1945: soberanía política, independencia económica, justicia social. Desde nuestra perspectiva es necesaria una fuerza de izquierda que sea parte del movimiento nacional y discuta la necesidad un programa que reasegure el “nunca más” económico y social, que impida toda restauración oligárquica futura. Fuera de ese marco, la “izquierda” ni siquiera es testimonial: es declamación.
Si una alternativa de izquierda no se para en la particularidad histórica que la atraviesa, termina siendo funcional al imperialismo y a los poderes facticos que dominan la Argentina. El ascetismo programático de una “izquierda” purista enfrenta las alternativas políticas del pueblo argentino y las opciones reales de la clase trabajadora en sentido amplio.
La Argentina necesita de una confluencia de izquierda, pero concreta, montada en las mejores tradiciones de lucha de su pueblo. Que asegure el papel protagónico de los trabajadores en la lucha por la liberación de la patria.
Sabemos que la democracia representativa es una de las formas en que se expresa la soberanía popular. Tememos, con sobrada razón, que si se fortalece en las legislativas Cambiemos busque por todos los medios avasallarla. Su política despilfarrará la herencia legada por el gobierno anterior. En ese momento se desnaturalizará la democracia representativa, y a los fines prácticos desaparecerá.
Necesitamos que el Pro y su tren fantasma de vagas sombras radicales sea derrotado en las elecciones de octubre, por la mayor cantidad de votos posibles, en el principal distrito del país y asiento de la masa más compacta de la clase trabajadora: la Provincia de Buenos Aires. También estamos en condiciones de clavarle una lanza con un desempeño decoroso en el cubil de la bestia: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La izquierda, si quiere cumplir su papel histórico, tiene que definirse correctamente ante estas alternativas.
Hoy, la doctora Cristina Fernández de Kirchner es, en el plano electoral, la mejor expresión que el pueblo argentino pudo construirse para enfrentar al gobierno del capital financiero internacional, las empresas imperialistas de los CEOs y la Oligarquía. La realidad es concreta. No estamos eligiendo entre Cristina Fernández de Kirchner y Vladimir Lenin.
Convocamos en definitiva a acompañar con el voto a las listas de Unidad Ciudadana y Unidad Porteña el 22 de Octubre. Solo sobre esa base se podrá constituir una fuerza de izquierda popular pensada para nuestra Argentina e inserta en la larga y difícil lucha que encara hoy América Latina.
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