Editorial por Néstor Gorojovsky
DE MARZO A OCTUBRE, NUNCA NADA FUE MÁS CLARO
DE MARZO A OCTUBRE, NUNCA NADA FUE MÁS CLARO
El mes de marzo, que
culmina en 2017 con el paro general convocado por la CGT (y que inmoviliza al
país entero)el 6 de abril, fue el primer acto de la batalla contra la entrega y
la destrucción completa de la Argentina que es el inconfesable programa del
Ingeniero Mauricio Macri y su partido político, el Pro.
Cuando decimos Pro, además,
decimos Cambiemos. La experiencia de
la oligarquía y del imperialismo en la Argentina es que las diversas variantes
del cipayismo pequeñoburgués (la CC-ARI, la UCR, otros grupúsculos comparsa de
Macri en la alianza) son incapaces de domeñar el verdadero enemigo con el que
vienen tropezando, desde el origen mismo de la patria: la voluntad popular de disponer
de una vida digna de ese nombre en una nación autosustentada y capaz de
defenderse en cualquier circunstancia.
Por lo tanto, en esa
alianza los radicales ponen los votos, la CC-ARI pone la injuria y la calumnia,
y el Pro pone el látigo, la zanahoria, la violencia, la brutalidad y, si se lo
permitimos, la máquina de matar argentinos en grandes cantidades. Quien usa el
látigo, endereza a sus aliados.
Todos
se unen detrás del mismo programa: la vida económica, política, social y
cultural de la Argentina tiene que someterse al “consenso” entre la inmensa
mayoría de los argentinos (muchos de ellos, sus votantes) y los parásitos que
yugulan el crecimiento y la prosperidad de la Patria desde las grandes empresas
agropecuarias y las gerencias imperialistas.
A esta altura de los
acontecimientos, es clarísimo que el Pro no comete errores, sino atropellos
(por ejemplo de la Constitución) y profanaciones (incluso, de tumbas, como
sucedió durante el esperpento mediático del “caso López” en las criptas de un
convento).
No tienen límites, tal como
no los tiene el presidente de la Nación, Mauricio Macri. Este último, dotado de
la astucia extorsiva del delincuente de las finanzas y de la soberbia snob del
mediopelo despreciado por la clase a la que aspira a integrarse, supera
ampliamente con ambas cualidades las evidentes limitaciones conceptuales,
lexicales y de visión estratégica que despliega en cada oportunidad en que toma
la palabra.
Solo le salen bien las
amenazas y los insultos. Últimamente ha demostrado esa gran capacidad: “Sin choripanes ni micros”, o “Baradel no necesita que lo protejan”
son frases perfectas, duras, admirables en la precisión con que expresan el
mundo mental de los enemigos del pueblo y los trabajadores argentinos.
Macri no sigue, cuando
profiere esas rotundas afirmaciones, el guión de su –elegido por él, no
olvidemos- supuesto gurú Durán. Es auténtico, puro, claro y simple: le da voz a
los que “no tuvieron voz” desde que Raúl Alfonsín abrió una mezquina puertita a
la crítica del régimen implantado en 1976, y a quienes luego se terminaron de
encaramar en la vida argentina con la negra noche menemista.
Ése es su verdadero público, el núcleo de su
poder. El que se expresó en la “marcha de la democracia” del primero de abril,
que no hará más mella en la vida de los argentinos que la “marcha de la
constitución y la libertad” de septiembre de 1945.
El desastre económico que
azota a la Argentina es, del mismo modo, su verdadero programa político y
social. Todo su plan se condensó en transferir ingresos a los más acaudalados,
en entregarnos maniatados a Paul Singer (uno de los principales financistas de
su campaña, dicho sea de paso), y en abrir por completo las puertas al egreso
de divisas para que, como también sinceramente explicó ante la Bolsa de Comercio,
los “empresarios” argentinos puedan “dejar de esconderse” del fisco.
Macri pensaba que la
pertenencia de clase que cree tener, bien sostenida con unas cuantas
prepoteadas políticas, si aprovechaba la confusión y la dispersión del campo
nacional después de la derrota presidencial de Daniel Scioli, y se burlaba de
las leyes argentinas en cuanta oportunidad fuera menester, lloverían capitales
a la Argentina. Es lo que dicen los pocos libros que ha leído, es lo que se
afirma en las reuniones a las que suele asistir. Es mentira.
Esa mentira generó la
actual verdad. No alcanzó con una campaña de difamación contra el gobierno
anterior ni con la violación de toda norma jurídica procesal contra aquellos
que lo integraron. Al final, el pueblo argentino empezó a darle la espalda. A
medida que terminó de convencerse de esto, el Pro decidió lanzar toda su
campaña electoral para 2017 hacia la polarización con Cristina Fernández de
Kirchner, pero ya ahora abiertamente
contra las grandes masas del pueblo argentino.
El Pro sabe perfectamente
que si su régimen no se consolida con una victoria en las urnas en octubre de
2017, entra definitivamente en un ocaso, como un experimento fallido. No se va
a ahorrar nada para lograr esa victoria. Nosotros, los argentinos, tenemos un
arma imbatible sin embargo: la unidad del movimiento nacional en contra de
Macri, nuestro gran unificador. Está en nosotros saber usarla, o no. De aquí a
octubre de 2017, quien, por los motivos que sean, promueva la división del
campo nacional, será un colaboracionista. Quien la combata y promueva la unidad
electoral, será un patriota. Cada vez será más claro. Cada cual sabrá dónde se
coloca.
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