El partido Patria y
Pueblo – Socialistas de la Izquierda Nacional se suma al acto convocado por
el movimiento obrero, con la CGT y los movimientos sociales a la cabeza, para
el 7 de marzo de 2017, y convoca a todos a acompañarlo con su presencia y a
movilizarse para que esta expresión de repudio masivo a la recolonización de la
Argentina sea el punto de partida de la reconquista del país.
Es preciso iniciar ya la reconquista contra los mafiosos,
oligarcas, imperialistas y banqueros que, en torno al Ingeniero Mauricio Macri,
están instalando una tiranía colonial desde el momento en que supieron que por
fin habían llegado después de un siglo, por vía electoral y con el apoyo de un
radicalismo diametralmente opuesto a las banderas de Yrigoyen, al gobierno
total de un país que los vomita.
Esta Unión Democrática, esta Revolución Fusiladora, este retorno
de la peor oligarquía al poder, no pretende retrotraer la Argentina a la década
de 1990, como muchos dicen. Es mucho peor: pretende retrotraerla a 1890. Quiere terminar con toda
fantasía de independencia nacional y soberanía económica. Quiere liquidar todo
el derecho laboral. Quiere destruir el mercado interno. Dice soñar con una
Australia, pero es una Australia para pocos, donde dos tercios de los
argentinos estamos condenados a vagar por el desierto como aborígenes en un
pavoroso genocidio.
El macrismo busca imponer un país abierto a la codicia
extranjera, indefenso ante un turbulento y belicoso mercado mundial, sin
industrias, lleno de peones pata al suelo y con una clase media condenada al
suicidio o la indignidad. Quiere postrarnos ante el saqueo, el despilfarro y la
fuga de riquezas públicas en que tan experta es el avispero de banqueros,
exportadores, importadores, y gerentes de empresas extranjeras que zumba en
torno al presidente, su máxima encarnación.
Éste es,
compatriotas, el peor gobierno argentino desde la genocida y criminal tiranía
del General Bartolomé Mitre, más de siglo y medio atrás. Y lo supera
ampliamente en brutalidad.
Esta marcha, masiva y contundente, no se opone solamente a
una política económica nefasta y destructiva, sino también a su necesario
acompañamiento de creciente violencia institucional, embrutecimiento moral y
degradación política.
El macrismo no discrimina entre “izquierda” y “derecha” en
sus mazazos. Ataca la mera posibilidad de un gobierno que tenga en la mira la
soberanía nacional, atienda a los reclamos de las mayorías y combata la codicia
de las minorías. Para la élite de alucinados y acaudalados talibanes
neoliberales que manda hoy, todo el resto, los “populistas” no merecemos ni
existir.
Cada día, la Argentina se hunde más en un pantano del que
solo podremos salir a partir de la movilización popular contra este régimen
despótico. Estamos ante una mafia apátrida, encaramada en el poder por el
engaño y el apoyo de potencias extranjeras interesadas en destruir la dignidad
no solo de la Argentina sino de América Latina en su conjunto, dispuesta a todo
para lograr sus objetivos.
Es fundamental ponerles fin. Hasta ahora, el macrismo ha
logrado avanzar con su plan gracias a la división del movimiento nacional, al
estupor que generó el súbito descubrimiento de la fragilidad de los logros de
la década kirchnerista cuando la contrarrevolución oligárquica alzó su oscura
cabeza, y a los gruesos pero subsanables errores que dividieron al movimiento
nacional, especialmente a su ala sindical y su ala política, bajo permanente
acoso de la oligarquía y el imperialismo.
Con esta marcha, y con el plan de lucha que seguirá
inexorablemente, con las plazas repletas que repudiarán al nostálgico gobierno
de los herederos directos, material y espiritualmente, del 24 de marzo de 1976,
el pueblo argentino se pone en marcha hacia la reconquista de su destino. Para
ello, la acción común en las calles, vacías cuando llega el Presidente pero
repletas cuando hablan los luchadores de nuestra liberación, tiene que
completarse con una aplastante e indisputable derrota de las fuerzas del atraso
en las parlamentarias de 2017.
Nadie ayuda más a su derrota que Mauricio Macri y el Pro.
Pero es responsabilidad de la dirigencia del campo nacional asegurar que la
energía desplegada en el terreno se corone con una aplastante victoria en los
comicios. Es momento de la unidad del
campo nacional. No hay lugar para medias tintas. Cualquiera que apueste a
la división por cuestiones menores es indigno del nombre de argentino. El
movimiento obrero, como siempre ha sucedido en nuestra historia, ha asumido
otra vez el primer lugar en un combate que será difícil y complejo, pero en el
que se juega el destino mismo de la Nación. Es hora de que cada cual se haga
cargo de sus responsabilidades.
Este acto y los paros asociados son reivindicativos. No
buscan derrocar al gobierno, por miserable y repugnante que sea. No son
“políticos” en ese imbécil sentido que les dan los integrantes de la alianza
Cambiemos.
Pero es cierto que reivindican el derecho a tener una patria digna de ese nombre. El macrismo y
sus marionetas radicales (y hasta socialistas) pretenden imponernos un nuevo
coloniaje. Ésa no es la política que el pueblo argentino votó en 2015, y no nos
la impondrán ni a garrotazos. Peores monstruos hemos derrotado los argentinos.
El régimen colonial de los Ceos tiene los días contados, y el reloj ha empezado
su cuenta regresiva. La movilización sí es política, en el mismo sentido que
fue político el combate que culminó con la rendición del invasor inglés en
1807.
Nuestra política es la Patria. Por nosotros, nuestros padres, nuestros hijos y nuestros nietos. Por la industria y el trabajo. Por la inversión y la producción. Por el mercado interno y la eliminación del clima de cloaca y guerra entre pobres que son consecuencia del macrismo.
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