El partido Patria y Pueblo, los Socialistas de la Izquierda Nacional en la Argentina, nos sumamos al generalizado repudio contra el golpe de Estado que destituyó -aunque no se atrevió a inhabilitar- a la legítima Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Como argentinos, somos tan responsables por lo que ocurra en Brasil como Brasil lo es por lo que ocurra en nuestro país. La Patria Grande existe y su existencia se demuestra en estos acontecimientos.
El golpe institucional contra Dilma Rousseff no habría tenido lugar si en la Argentina las elecciones de 2015 hubieran instalado al candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, en la Casa Rosada.
Con un gobierno de signo nacional en Buenos Aires, ni siquiera la brutal oligarquía bandeirante de raíz y concepción esclavista que azota al Brasil se hubiera animado a destituir a la Presidenta Dilma. Sin reconocimiento argentino, ese gobierno hubiera sido un paria mundial.
Macri y su cancillería se apresuraron a cohonestar el derrocamiento amparándose, según la vieja costumbre oligárquica desde Dalmacio Vélez Sársfield hasta nuestros días, en minucias técnico-leguleyas. De este modo, nos convertimos en cómplices de la destrucción de la incipiente unidad americana y responsables por la tragedia que está a punto de abatirse sobre el pueblo de Brasil.
En su momento, Patria y Pueblo llamó la atención sobre las inmensas consecuencias que tendría una victoria del bloque neocolonialista representado por Mauricio Macri en las elecciones de 2015. Entre otras cosas, afirmó que un triunfo del PRO y su triste comparsa de ex radicales de diversos pelajes y disfraces sería una puñalada trapera contra la unidad latinoamericana.
En consecuencia, Patria y Pueblo convocó a todos los sectores del campo popular a votar al candidato nacional con mayores posibilidades de aplastar en las urnas al amenazante servidor del interés oligárquico, imperialista y multinacional que ahora muestra sus dientes desde el sillón de la Casa Rosada donde, entre sus primeros actos de gobierno, instaló un perro para las fotos.
Lamentablemente, no logramos hacernos escuchar ni convencimos a sectores del propio campo nacional que, sea porque consideraban que "cuanto peor, mejor", sea porque no aquilataban la verdadera naturaleza del gobierno que presidiría Mauricio Macri, agotaron las fuerzas populares en internas nefastas que dividieron el campo nacional, tal como había sucedido ya en las elecciones de la Capital Federal ocho años antes.
Es el momento de reagrupar fuerzas. La Argentina no puede ser, como lo fue bajo la dictadura genocida de Bartolomé Mitre, el Caín de América Latina. No merecemos esa vergüenza, y no la debemos tolerar. Esperamos que los representantes del pueblo impidan al Ingeniero Macri y su banda de talibanes neoliberales seguir adelante con su plan de reconversión colonial de nuestra patria.
Si ellos no lo hacen, el pueblo mismo lo hará. Y no le faltan antecedentes: los huesos del General San Martín se revuelven en su tumba de la Catedral Metropolitana ante el infame papel que asumió el macrismo, y ningún argentino bien nacido puede perdonar esta felonía. Ése es nuestro comandante, y a él nos remitiremos.
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