Editorial por Nestor Gorojovsky
Hacia el 2015: Ahogar en votos a la contrarrevolución
Las aún sobrevividas fuerzas de la vieja Argentina
preindustrial, tan vapuleadas a partir del 19 y 20 de diciembre del 2001, están
convencidas de que vencerán en las presidenciales de 2015.
Grandes banqueros y terratenientes, pequeños y medianos
rentistas pampeanos, especuladores de la Bolsa, extorsionadores del silobolsa,
fulleros de las casas de cambio, gerentes de los monopolios que" forman
precios" con pétrea cara de víctima, elusores y evasores impositivos y de
divisas, el núcleo duro del estáblishment, en fin, ya prepara los festejos.
También se apresta a descorchar champagne la cohorte de
escribidores, servidores y súbditos administrativos, profesionales,
periodísticos, intelectuales, artísticos y mediáticos que, en general más por
conveniencia que por convicción, le presta sus puntuales servicios.
Consulares togados de la Suprema que fallan contra las
retenciones a la exportación (como si las minucias procedimentales fueran más
importantes que el interés supremo de la Nación), artistas de variedades
devenidos maestros de multitudes, chimenteros y chismosas de los canales de
cable puestos a cotorrear sobre asuntos que ignoran por completo, futbolistas
con la cabeza más vacía que la pelota y puntería conceptual nula, dirigentes
sindicales comprometidos con el estáblishment o empujados a sumársele por
debilidad política manifiesta y entristecedora, verbosos predicadores
alopáticos del desánimo y el odio nos inundan con sus taxativos pronósticos de
victoria electoral, triunfo del “consenso”, inicio de la “alternancia” y fin de
la dictadura “K”.
El cálculo es tan sencillo como evidente: a partir de los
resultados de las últimas elecciones parlamentarias, que revelaron cierta
desmovilización de los ánimos partidarios del oficialismo, se proponen mellar por
los más diversos ángulos a un gobierno que fue golpeado en el flanco externo a
lo largo de 2013 y tuvo que tomar medidas muy drásticas para recomponer las
reservas de divisas, una necesidad permanente en un país de estructura
económica dependiente y semicolonial como el nuestro.
Si, partiendo de esa desmovilización, logran forzar una
segunda vuelta acortando la diferencia de primera entre la fórmula más
favorecida (que, se descarta, será la que el kirchnerismo disponga) y la que
salga segunda, entonces se lanzarán de cabeza, todos mezclados, a favor del que
vaya contra el candidato kirchnerista en el repechaje.
A grandes rasgos, en primera vuelta el kirchnerismo
competirá con un candidato seudopopulista (el del massismo), con otro de ajado
pero aún reconocible perfil progresista (la alianza FA-UNEN donde el peso
pesado, les guste o no a los radicales, es el sojialista Binner, quien
probablemente deje muy atrás a sus socios en las PASO correspondientes), y un
macrismo que compendia lo más rancio del librecambismo propimperialista
vernáculo. Todos ven la primera vuelta como una interna de donde brotará quién
enfrente al continuismo.
Opinan que ese candidato tiene asegurada la victoria final. Podemos descartar,
por inviable, la perspectiva de que sea Macri. Pueden ser Massa o Binner. Hasta
aquellos que hoy se hacen cruces ante la perspectiva de sumar sus fuerzas al
macrismo encontrarán el modo de sugerir el voto por el “peronista razonable”
Massa, al cual los macristas, por supuesto, llamarán a votar como si fuera lo
que es: uno más de ellos. Si la “interna” declara ganador al sojialista Binner,
en cambio, los votos macristas de primera vuelta se volcarán unánimes hacia él,
sin la menor duda, y el massismo se volcará detrás de su candidatura contra el
representante del oficialismo. Ninguna combinación será despreciada.
Para ello, cuentan con dispersar el voto de la primera
vuelta aprovechando equivocaciones del kirchnerismo, estrecheces de la
situación económica, o simplemente montados sobre un matraqueo de insidias,
mentiras por omisión o expresas, brulotes impunes, rumores descalificadores,
orquestadas campañas que aprovechan las técnicas de manual preparadas para las
“revoluciones de color” en las oficinas de la CIA y la NED. Tanto esfuerzo, se
afanan en creer, tiene que tener buen resultado final.
Y, debemos advertir, según lo que haga o deje de hacer el
gobierno, esta perspectiva puede llegar a ser real. Precisamente por eso, los
socialistas de la Izquierda Nacional alertamos al conjunto de los compañeros
del campo nacional: hay que aprender de la oligarquía argentina, que sabe
deponer sus diferencias y aún sus odios cuando hay que enfrentar al pueblo y
sus expresiones políticas. Un candidato antikirchnerista en la Casa Rosada no
tardará un minuto en lanzarse contra todas las políticas nacionales, populares,
democráticas y de soberanía nacional montadas por el kirchnerismo. Los
nacionales nos debemos en esta oportunidad una grandeza equivalente a la de
nuestro enemigo jurado: en el 2015, el peor candidato propio es preferible al
mejor del campo contrario. Hay que ahogar en votos a la contrarrevolución.
Para los patriotas, la alternancia implica la renuncia a
mantener una política nacional. Mientras no haya en nuestro propio campo algo
mejor aún que el kirchnerismo, todo triunfo "opositor" será una
victoria de la antipatria y todo lo que ahora nos alegra se perderá.
La superación del kirchnerismo no pasa por apoyar a la oposición. Pasa por la
profundización y la recuperación de sus planteos. Pero por ahora, ante todo hay
que plantar bandera de movimiento nacional cerrándole el paso al malón de
vendepatrias que se afilan los dientes detrás de cualquiera de las alternativas
que se denominan "opositoras".
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