El paro cuenta, entre otros apoyos y adhesiones tan esperables como sintomáticos, con los del bloque antikirchnerista de “izquierda”, de la asociación de pequeños rentistas agrarios que lidera Eduardo Bussi llamada Federación Agraria Argentina y, para coronar, de la Sociedad Rural Argentina fundada por un Martínez de Hoz.
A ningún trabajador argentino puede escapar que este último dato brinda el sentido del conjunto del movimiento huelguístico. Un paro “contra la inflación” no puede hacerse con apoyo de los principales causantes de la inflación.
Un paro general puede ser bueno o malo. Si consulta el interés del conjunto de la clase trabajadora, es bueno. Si no lo consulta, es malo. Si recibe el apoyo de la oligarquía argentina, por definición, no puede ser bueno. Busca debilitar al único gobierno que podría, en las condiciones correctas, hacer efectivas las medidas que permitan cumplir con esas exigencias. Puede ser reivindicativamente “bueno”, pero es políticamente “malo”, y lo que prima en este caso es lo político.
Es por eso que Moyano cuenta con la alianza de Barrionuevo, “gastronómico” que jamás le pasó el trapo a una mesa de bar, menemista que no logró reciclarse positivamente dentro del kirchnerismo, perfecto exponente del matonaje sindical coimero tan a gusto de la oligarquía y los “moralistas” de izquierda (que sin los Barrionuevo tendrían pocos motivos para existir).
Pero la CGT Azopardo, con este paro, rifa un heroico y glorioso pasado de luchas contra el estáblishment para actuar como si esperase que Massa, Binner, Macri o el mismísimo “Pino” Solanas, candidatos todos ellos del arco antinacional, fueran a darle mejor trato que un kirchnerista desde la Casa Rosada. Si realmente lo cree, está en un error gravísimo, que debilita estratégicamente a aquellos a los que trata de representar y favorece a sus enemigos.
En otros tiempos, en apoyo de Néstor y Cristina Kirchner, Hugo Moyano logró movilizar centenares de miles de compatriotas. En determinado momento, hasta parecía posible reunificar las alas más combativas del movimiento obrero por la aproximación de “los dos Hugos” (Moyano y Yasky). Hoy, vemos a quien sacó a Barrionuevo de la CGT abrazándose con él ante los aplausos del estáblishment en pleno.
Vale como advertencia: cuando la SRA se pone de nuestro lado, llegó el momento de dar un golpe de timón que imprima un giro de 180 grados.
El problema de la economía argentina, que entre otras cosas impone las actuales medidas de restricción de ingresos y las injustas retenciones salariales del impuesto a las ganancias, no es la política económica que lleva el gobierno. El problema es político: la supervivencia del sistema oligárquico imperialista, que deforma y desangra al conjunto de la Nación.
Es cierto que fue un gravísimo error tratar de resolver las consecuencias nefastas de esa supervivencia apoyándose en una casi imaginaria burguesía nacional en vez de recurrir al apoyo movilizado del núcleo más duro del movimiento obrero y los trabajadores. Pero este paro no ayuda a subsanarlo.
Es cierto que ciertos sectores kirchneristas (no todos) celebraron la excomunión presidencial del “negro ambicioso y burócrata Hugo Moyano”. Esos sectores festejaron como un avance el astillamiento del movimiento obrero y la ruptura de la alianza plebeya que había sostenido al kirchnerismo desde 2003.
Pero la dirigencia que convocó a este paro general está mostrando ser tan inconsciente como esos divisionistas autodestructivos. Peor aún: cuando más falta hace recomponer el frente plebeyo, agregan la grosería de lanzar un paro general con el apoyo explícito de los sectores más antiobreros del país, que son los que generan la inflación, imponen los ajustes y hunden a la nación en la peor de las inseguridades.
Los únicos paros generales válidos son los que se hacen contra el estáblishment. El mismo estáblishment que se opone al kirchnerismo y si pudiera, lo voltearía. Apoyando un paro, si hace falta.
Secretariado Nacional
Nestor Gorojovsky, Ruben Rosmarino, Pablo López, Jacinto Paz y Lorena Vazquez.
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