Estamos ante
una intervención colonialista desembozada. Patria y Pueblo repudia abiertamente
esta nueva demostración del carácter depredador, antidemocrático y dictatorial
del régimen imperialista.
Dos años atrás, se desató una protesta masiva en la localidad
siria de Dera’a, en la frontera entre Siria y el reino semifeudal de Jordania.
Las circunstancias del movimiento y el grado de violencia con que la reprimió
el gobierno sirio parecen haber sido sangrientas. Pero nunca quedaron claras,
porque en vez de relatar los hechos objetivamente, la maquinaria mediática
occidental se despachó con un huracán de propaganda en contra del gobierno de
Bashar al Assad.
Esa fue una señal inequívoca de que Siria estaba en
la mira. Aprovechando el tumultuoso desarrollo de la “primavera árabe”, los
estrategas del Pentágonos consideraron llegado el momento de desembarazarse de
ese último resto del arco de aliados de la vieja Unión Soviética y el más duro
de roer en Levante, el gobierno baasista conducido por los Assad. La primera
batalla en todos estos casos se libra en los medios, y sirve para proveer la
base moral del ataque.
Mientras tanto, se formaba en el exilio una
representación del pueblo sirio que las grandes potencias se apresuraron en
reconocer. Es uno de esos gobiernos cipayos en el exilio que tan bien conocemos
los latinoamericanos desde que Estados Unidos intervino en Cuba por primera vez
e inventó un gobernante para la isla llamado Estrada Palma.
Dentro de Siria, algunos militares desafectos o que
deseaban hacer rápida carrera a costa de la legitimidad del gobierno de su país
se pasaron al bando de la “oposición en el exilio”. Clérigos fanáticos de una
versión medievalista e integrista del Islam soliviantaron parte de la población
con el pretexto de que los mandos de gobierno estaban controlados por una
minoría, los alawitas. Empezaron a fluir armas a través de las fronteras. Y
también empezaron a fluir, con creciente potencia, hordas de terroristas y
criminales entrenados por la CIA y otros servicios, con el objetivo de
convertir a Siria en un emirato islámico.
A medida que estas unidades actuaban y se mostraban
en toda su horrorosa magnitud, la población siria se volcó, instintivamente, en
defensa de su gobierno. Por lo tanto, la “revolución” siria no cuajó y cada vez
se encuentra en mayores dificultades. Es allí donde está el origen de la
decisión de Barack Obama de intervenir unilateralmente en el gran país de
Levante.
Néstor
Gorojovsky
Secretario General
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