Festejamos ante todo la recuperación del control argentino sobre las cosas de los argentinos. Estamos alerta contra las acechanzas de un enemigo al que se le dejan demasiados campos de acción, y que no vacilará en descargar toda su ira sangrienta contra nosotros a la primera oportunidad que tenga.
El gran mérito histórico del Dr. Kirchner y de su continuadora, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, consiste en haber sentido claramente el mandato implícito de las movilizaciones de diciembre de 2001. Ese mandato era simple: la Argentina tenía que poner punto final al ciclo de entrega y vasallaje iniciado en 1955, profundizado sucesivamente en 1966 y 1976, y llevado al paroxismo desnacionalizador por un gobierno electo a partir de 1989.
No haremos aquí el inventario de las múltiples razones para la celebración que nos congregan a los argentinos en esta plaza histórica. Si alguna duda cabe sobre el carácter nacional del kirchnerismo, señalamos dos de sus más recientes logros, la renacionalización del sistema de previsión social y el ingreso del Estado como socio mayoritario en YPF, medidas que tuvieron excelentes efectos económicos y además modelaron positivamente la autoconfianza de los argentinos.
Aquí estamos, aquí nos regocijamos. Aquí nos hermanamos todos los que queremos ver a la Argentina convertida nuevamente en un país justo, libre, soberano, volcado a la unidad latinoamericana, y respetuoso de los derechos y libertades democráticos.
La masividad de este encuentro explica por sí misma que el Dr. Kirchner y la Dra. Cristina Fernández, que lo continuó en la Presidencia, supieron encontrarle la vuelta a la complicadísima situación en que se encontraba el país. La Argentina salió de la encrucijada empujando decididamente hacia adelante. E hizo punta en la escena mundial en el combate para iniciar el retroceso de la ola de recolonización imperialista fortalecida a partir de la década del 80.
Sin embargo, estamos en alerta porque al mismo tiempo se sigue sin poder acertar en el modo en que se organiza a todas las fuerzas que apoyan al rumbo nacional, poniendo así en riesgo lo logrado. Además, quizás creyendo que es necesario evitar confrontaciones que no se está en condiciones de dar ahora, el gobierno peca de un exceso de prudencia en su orientación contestataria con respecto a la herencia del período Fusilador, y en especial con respecto a la Década Abyecta del menemismo. Pero no por ello deja de poner en pie de guerra a la oligarquía más o menos tradicional, a las gerencias de empresas y bancos imperialistas, a los servicios de inteligencia extranjeros, y, por supuesto, a la División Mediática del ejército de ocupación intelectual de la Argentina: el sistema de los grandes medios.
Ese bloque del atraso logró, en 2008 y 2009 (la "125" y sus consecuencias), una importante victoria cuando impidió a la Argentina legislar sobre el uso de la riqueza que entra anualmente al país debido a la proverbial fertilidad de las tierras pampeanas. Esta victoria de los enemigos del gobierno pone un peligroso y dramático interrogante sobre las perspectivas de futuro, dado que implica confrontaciones que será imposible evitar, y que al igual que en 1810, pueden terminar con la existencia misma del proyecto en curso. No podemos descartar, entonces, nuevos golpes de mano.
Es por eso que festejamos con alegría, nos declaramos en alerta y convocamos tanto al gobierno como a las grandes masas de los argentinos a restañar heridas, cerrar filas, y encontrar los mecanismos organizativos que vuelvan a amalgamar los componentes básicos de un frente indestructible de los patriotas y los de abajo, que abra caminos a los trabajadores para que den su sello fundamental al proceso en marcha, y hagan retornar a sus jaulas a las fieras siempre sedientas de la reacción antinacional.
• Texto de volante distribuido en la Plaza de Mayo el 25.05.2013
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