Editorial por Nestor Gorojovsky
LO INDESEABLE SE HIZO INEVITABLE
Consternado e impotente, el pueblo argentino se encuentra ahora ante un gobierno que se asegura la “unidad vertical”, pero al precio de quedar solo frente a cualquier embate serio de la oligarquía o del imperialismo.
La deriva confrontativa de Hugo Moyano
Es importante entender que la iniciativa en el enfrentamiento la tomó Cristina Fernández de Kirchner, y no al revés. El resultado fue reducir el grupo de dirigentes fieles a Hugo Moyano a su expresión más concentrada, y dividir la CGT.
Pero el ingreso abrupto de Hugo Moyano a la acción política en confrontación con el kirchnerismo no fue feliz. Una seguidilla de equivocaciones políticas salpicó las últimas semanas de su lucha por el control de la CGT. Esos errores le apartaron apoyos y así los “Gordos”, ahora amigos del gobierno, con el demasiado evidente apoyo de la cartera laboral, han logrado judicializar esa disputa de tal modo que no pudo cerrarse el 12 de julio como estaba previsto.
La CGT se ha dividido. En la interna, los únicos que salen ganando son quienes fueron la pata sindical de la entrega… esa entrega que terminó llevándonos al 19 y 20 de diciembre de 2001. Hugo Moyano no es responsable, por cierto, pero no parece haber acertado hasta ahora con la táctica adecuada para contrarrestar este avance de lo peor del sindicalismo argentino.
Las reivindicaciones sobre las que concentró Hugo Moyano los tramos finales de su contraofensiva las hacen suyas aún quienes se le oponen. Pero al concentrarse en esas reivindicaciones sectoriales en lugar de aportar propuestas programáticas, el intento de Hugo Moyano de ingresar en la política lo terminó llevando a un callejón indigno de su hasta aquí magnífica trayectoria de tribuno sindical.
La equiparación del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a una dictadura que hizo en su discurso de Plaza de Mayo reveló una miopía política inmensa en quien tampoco supo usar las cámaras del grupo Clarín sin diferenciarse del mensaje mediático del gran monopolio antinacional ni, para peor, de las barbaridades proferidas por el impresentable “economista” Melconián. En su discurso de Ferro, a diferencia de otras intervenciones, buscó acercarse a las posiciones del peronismo más conservador.
Indudablemente, la conducción cegetista elegida en Ferro es un “parlamento de los trabajadores”, como gustaba decir Saúl Ubaldini. No será el mismo caso con la que en teoría se elegirá en octubre, emasculada desde el vamos por la aceptación de la verticalidad hacia el gobierno. Pero dentro de ese parlamento de los trabajadores, Hugo Moyano tendrá que repensar su planteo si quiere cumplir un papel positivo al momento de “repensar el voto” de 2013 al que ha convocado a los trabajadores.
Ése el ideal, aquello a lo que corresponde tender. Pero la realidad es muy otra: “No, lamento informarles que no es así. Muchas veces los salarios se obtienen por la capacidad de presión, esto es cuánto puedo amenazar y perjudicar a la sociedad para obtener un determinado salario. Y acá está la gran madre del borrego: de esos 62 mil millones de masa salarial registrada el 19% de los trabajadores se queda con el 41%, y el 81% de los trabajadores se queda con el 59 por ciento”.
Esa definición de país deseable que presentó la Dra. Kirchner subyace a todos los acontecimientos y les da el tono social. No es la de “todos los argentinos”, ni siquiera es la de todos los que la apoyan: es la forma de ver el mundo de la pequeño burguesía técnico-intelectual.
Cualquiera que conozca esos ambientes habrá escuchado alguna vez el siguiente razonamiento: “Cómo va a ganar más plata que yo un recolector de residuos, si soy profesor universitario y hago investigaciones que redundan en el beneficio de todos. Claro, Moyano les chifla y todos paran, y nos tapa la basura” Está mal que gane más que él (o ella) un basurero, pero no que lo haga un financista, un heredero o un (ex)chacarero que hace rato dejó de trabajar la tierra, vive de alquilar los campos y manda a sus hijos a vivir en un departamento en la gran ciudad para que estudien y se integren… a la pequeño burguesía técnico-profesional.
Una cosa es cuestionar a los de abajo, y otra, a los de arriba. Guste o no guste a quienes la apoyamos, ése es el ideal social que expuso la Presidenta de la Nación. Un país donde los méritos se reconozcan “desde arriba” y no como resultado de la sindicalización y la lucha de los asalariados.
Este programa quiebra la alianza plebeya, a no ser que los trabajadores se subordinen programática y estratégicamente a otras clases sociales y renuncien a disputarles el poder. Es lo que está sucediendo. La voluntad de dirección indisputada por parte del gobierno pone en riesgo la alianza plebeya, única garantía de superación de la barbarie oligárquica e imperialista.
LO INDESEABLE SE HIZO INEVITABLE
Pero el ingreso abrupto de Hugo Moyano a la acción política en confrontación con el kirchnerismo no fue feliz. Una seguidilla de equivocaciones políticas salpicó las últimas semanas de su lucha por el control de la CGT. Esos errores le apartaron apoyos y así los “Gordos”, ahora amigos del gobierno, con el demasiado evidente apoyo de la cartera laboral, han logrado judicializar esa disputa de tal modo que no pudo cerrarse el 12 de julio como estaba previsto.
La CGT se ha dividido. En la interna, los únicos que salen ganando son quienes fueron la pata sindical de la entrega… esa entrega que terminó llevándonos al 19 y 20 de diciembre de 2001. Hugo Moyano no es responsable, por cierto, pero no parece haber acertado hasta ahora con la táctica adecuada para contrarrestar este avance de lo peor del sindicalismo argentino.
Las reivindicaciones sobre las que concentró Hugo Moyano los tramos finales de su contraofensiva las hacen suyas aún quienes se le oponen. Pero al concentrarse en esas reivindicaciones sectoriales en lugar de aportar propuestas programáticas, el intento de Hugo Moyano de ingresar en la política lo terminó llevando a un callejón indigno de su hasta aquí magnífica trayectoria de tribuno sindical.
La equiparación del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a una dictadura que hizo en su discurso de Plaza de Mayo reveló una miopía política inmensa en quien tampoco supo usar las cámaras del grupo Clarín sin diferenciarse del mensaje mediático del gran monopolio antinacional ni, para peor, de las barbaridades proferidas por el impresentable “economista” Melconián. En su discurso de Ferro, a diferencia de otras intervenciones, buscó acercarse a las posiciones del peronismo más conservador.
Indudablemente, la conducción cegetista elegida en Ferro es un “parlamento de los trabajadores”, como gustaba decir Saúl Ubaldini. No será el mismo caso con la que en teoría se elegirá en octubre, emasculada desde el vamos por la aceptación de la verticalidad hacia el gobierno. Pero dentro de ese parlamento de los trabajadores, Hugo Moyano tendrá que repensar su planteo si quiere cumplir un papel positivo al momento de “repensar el voto” de 2013 al que ha convocado a los trabajadores.
Las responsabilidades del gobierno
El mismo día de la movilización de sus seguidores a Plaza de Mayo, la Presidenta de la Nación criticó el modo en que se redistribuyen internamente los ingresos de los asalariados. Dijo, textualmente, que “Uno diría bueno, van a ganar más los que tengan mayores capacidades, los que hayan estudiado más, los que sean más necesarios. Ganarán más los médicos, los investigadores del CONICET, los profesores de las universidades”
Ése el ideal, aquello a lo que corresponde tender. Pero la realidad es muy otra: “No, lamento informarles que no es así. Muchas veces los salarios se obtienen por la capacidad de presión, esto es cuánto puedo amenazar y perjudicar a la sociedad para obtener un determinado salario. Y acá está la gran madre del borrego: de esos 62 mil millones de masa salarial registrada el 19% de los trabajadores se queda con el 41%, y el 81% de los trabajadores se queda con el 59 por ciento”.
Esa definición de país deseable que presentó la Dra. Kirchner subyace a todos los acontecimientos y les da el tono social. No es la de “todos los argentinos”, ni siquiera es la de todos los que la apoyan: es la forma de ver el mundo de la pequeño burguesía técnico-intelectual.
Cualquiera que conozca esos ambientes habrá escuchado alguna vez el siguiente razonamiento: “Cómo va a ganar más plata que yo un recolector de residuos, si soy profesor universitario y hago investigaciones que redundan en el beneficio de todos. Claro, Moyano les chifla y todos paran, y nos tapa la basura” Está mal que gane más que él (o ella) un basurero, pero no que lo haga un financista, un heredero o un (ex)chacarero que hace rato dejó de trabajar la tierra, vive de alquilar los campos y manda a sus hijos a vivir en un departamento en la gran ciudad para que estudien y se integren… a la pequeño burguesía técnico-profesional.
Una cosa es cuestionar a los de abajo, y otra, a los de arriba. Guste o no guste a quienes la apoyamos, ése es el ideal social que expuso la Presidenta de la Nación. Un país donde los méritos se reconozcan “desde arriba” y no como resultado de la sindicalización y la lucha de los asalariados.
Este programa quiebra la alianza plebeya, a no ser que los trabajadores se subordinen programática y estratégicamente a otras clases sociales y renuncien a disputarles el poder. Es lo que está sucediendo. La voluntad de dirección indisputada por parte del gobierno pone en riesgo la alianza plebeya, única garantía de superación de la barbarie oligárquica e imperialista.
Peor aún: la voluntad de impedir cualquier cuestionamiento cegetista al rumbo elegido no encontró mejor expresión que la que le dio Oscar Lezcano, de que el Ministerio de Trabajo exija a la conducción elegida el 12 de julio a que entregue el edificio de la CGT a los que (al parecer) serán electos en octubre, para que “Moyano deje de hacer política desde allí”.
Justamente, cuando es un deber hacer política.
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LOS DEBERES DEL MOVIMIENTO OBRERO - Por Bailón Gerez
Justamente, cuando es un deber hacer política.
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LOS DEBERES DEL MOVIMIENTO OBRERO - Por Bailón Gerez
Ante las dificultades del
peronismo histórico para fraguar sólidamente esa unidad dialéctica, el
movimiento obrero debe elaborar un programa que permita llegar a ella, que no
solo contenga aquellas reivindicaciones de los trabajadores legalizados y
reconocidos.
Los trabajadores no solo
deben expresar su intención de ser una “clase política” y no solo “gremial” –a
lo que tienen todo el derecho por más que el dogma “verticalista” tienda a negarlo-
sino que deben actuar en consonancia. En este sentido, el primer paso es la
confección de un programa de gobierno.
Tiene que presentar un
programa también para los trabajadores en negro, los tercerizados, los
jubilados y todos aquellos sectores sociales que hoy continúan excluidos. Esto
para empezar, para continuar en la inclusión en el programa del conjunto de la
sociedad, haciendo especial hincapié en la de sus aliados más inmediatos y
estratégicos.
La alianza plebeya es un
prerrequisito para avanzar en la profundización de un proyecto nacional.
Históricamente, han existido en el peronismo sectores interesados en impedir la
alianza de la clase obrera y la clase media. Durante la gestión del Gral. Perón
la válida reivindicación de los humildes frente a los intelectuales que les
impedían acceder a una vida digna, implícita en la consigna "Alpargatas
sí, libros no", puesta en manos de la burocracia estatal funcionó como un
mecanismo divisionista que expulsó a las clases medias. En su momento, el Chacho
Álvarez creyó poder reemplazarla por la efímera yuxtaposición mecánica –“cada
cual en su quintita y si la mía es más linda lo lamento”- del “Alpargatas sí,
libros también”. Ahora, la falsa vieja antinomia parece repetirse, bajo la
forma “Libros sí, alpargatas no”.
Nadie le va a regalar
nada a la clase obrera. Para hacer valer sus derechos, que forman parte del
frente nacional, tiene que ser su protagonista principal e incluso conducirlo
con la unidad y la organización del movimiento obrero en su propio seno.
Quienes pretendan prescindir, suprimir o reducir la participación del
movimiento obrero solo estarán aportando a un nuevo fracaso y a una nueva
frustración común. Sin clase obrera, no hay Movimiento Nacional viable.
Ya no es posible mantener
a la clase trabajadora en un sitio subalterno. Estos primeros encontronazos, de
pésimo pronóstico, lo demuestran. Es perfectamente posible cambiar el rumbo,
más allá de errores circunstanciales de las personas a las que les toca empuñar
el timón. Urge reparar las consecuencias del choque y modificar una lógica que
solo producirá alegría entre los enemigos del pueblo argentino.
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