La descarada intervención colonialista de las grandes potencias en Libia pretende convertir ese país en cabecera de playa africana de la Tríada imperialista liderada por EEUU. La composición del Consejo de Transición lo demuestra. Todos sus puestos clave están ocupados por políticos y tecnócratas de filiación y formación estadounidense y neoliberal. La economía quedará en manos de un empresario de Bengazi íntimamente vinculado con la familia al-Sanusi, que gobernó el Este del país como cipayos sucesivos del Imperio Otomano y de la ocupación italiana, para luego regir Libia entera bajo el control británico a partir de 1951.
Muammar Gadaffi terminó en 1969 con ese oprobioso régimen que no solo entregaba las riquezas libias al mejor postor (a cambio de una suculenta participación en los beneficios) sino que además admitía la presencia de bases extranjeras en su territorio. Todos los argumentos con los que se organizó la campaña militar de la OTAN y sus tropas nativas son falaces o directamente falsos. El régimen liderado por Gadaffi no es víctima de sus errores, sino de sus virtudes. Su régimen concitó en su contra el odio y la codicia de la burguesía imperialista, esa pandilla de bandidos que gobierna el mundo desde Washington y, subsidiariamente, desde Londres, París, Roma y otras capitales.
El pueblo libio, al que Muammar Gadaffi extrajo, al menos parcialmente, de esa máquina vampírica, debe a los tan meneados "42 años en el poder" del "dictador, criminal y terrorista" el control de sus reservas petroleras, el índice de desarrollo humano más alto de África (superior incluso al de Sudáfrica), sistemas educativo y de salud gratuitos y públicos, viviendas a bajo precio, y múltiples beneficios más. Los países africanos le deben el apoyo permanente a la constitución de la Unión Africana, la propuesta de financiar un Banco africano con las 7000 toneladas de oro que alberga su país, y múltiples iniciativas de desarrollo, que financiaba directamente.
La agresión de la OTAN reproduce el atentado a la ley internacional y el derecho de gentes que se inauguró en Yugoslavia: un grupo de países, de negro pasado y oscuro presente, se arroga el privilegio de decidir quién es "democrático" y quién no lo es, y actúa como policía política internacional sin rendir cuentas ante nadie. Si los sublevados libios logran mantenerse en el poder sin acuchillarse entre ellos, deberán enfrentar una creciente resistencia de la población. No por casualidad, la OTAN ya ha declarado que no tiene plazos para retirarse de ese país.
Se abre en Libia una nueva etapa de lucha anticolonialista. Los actuales criminales serán destruidos, más tarde o más temprano, por las fuerzas que acaban de derrotar.
Buenos Aires, Agosto de 2011.
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