La agresión imperialista contra Libia es una amenaza contra todos los pueblos de la periferia, y en particular contra América Latina.
PATRIA Y PUEBLO INSTA AL GOBIERNO ARGENTINO A CONVOCAR LA UNASUR PARA REPUDIAR EN BLOQUE LA INVASIÓN A LIBIA
Mesa Nacional de Conducción:
Néstor Gorojovsky, Secretario General
PATRIA Y PUEBLO INSTA AL GOBIERNO ARGENTINO A CONVOCAR LA UNASUR PARA REPUDIAR EN BLOQUE LA INVASIÓN A LIBIA
Tras un mes de revueltas y desórdenes gravísimos, finalmente la Santa Alianza de nuestros tiempos, esa OTAN que nunca fue meramente defensiva pero ahora se asume como abiertamente agresiva, está interviniendo en Libia.
Los pretextos aducidos son banales, falsos y baladíes.
La agresión contra Libia se inició el mismo instante en que todas las agencias imperialistas de noticias satanizaron repentinamente al líder de la Yamajiría Muammar Gadaffi, por el pecado de haberse mantenido 42 años en el poder. Que el muñeco Sarkozy haya sido el principal exponente de esta tesis no deja de ser sangrientamente gracioso, dado que la Francia moderna no existiría, y Sarkozy lo sabe bien, sin el reinado de casi 65 años de Luis XIV, conocido en Francia como el Rey Sol o El Grande. Ante esa pretensión, las excentricidades de Muammar Gadaffi son la modestia de una madreselva.
Los rebeldes de Cirenaica conforman un heterogéneo frente, en el cual indudablemente existe o existía un componente popular, de juventud de clases medias urbanas hartas de la estructura tribal de la Yamajiría. De hecho, en su primer discurso tras la rebelión, Muammar Gadaffi indicó que esas reivindicaciones serían tenidas en cuenta. El propio éxito de la captura de renta petrolera iniciada en 1969 ha transformado al país a tal punto que, efectivamente, el entramado institucional semiclánico de la Yamajiría debe reformarse en profundidad.
Pero el componente hegemónico de dicho frente, como se fue mostrando a lo largo de estas semanas, fue el de los aliados a las grandes potencias imperialistas y los partidarios de ese gran cipayo y vendepatria proinglés que fuera el Rey Idris. La mera presencia de las banderas del Rey Idris, derrocado por Gadaffi en 1969, definió ante el mundo cuál era la posición de los rebeldes. Con el imperialismo, contra la unidad nacional de Libia.
Muchos de ellos clamaban por la intervención extranjera contra las supuestas (y jamás demostradas) atrocidades contra la población civil en la represión a la revuelta encabezada por el gobierno legítimo de Trípoli. La fueron obteniendo a gran velocidad: primero la intervención mediática, luego la intervención jurídica. Ahora, la militar. Con esta invasión a Libia, las potencias imperialistas se toman revancha de las recientes revoluciones democráticas en Túnez y Egipto, favorecen en esos países a las fuerzas más conservadoras, y buscan instalarse en el país petrolero y gasífero más importante de África del Norte. Téngase en cuenta además que Libia contiene enormes reservas de agua dulce en medio del Sahara y el golfo de Sirte es la terminal del futuro oleoducto Nigeria-Mediterráneo.
Todo esto se conjugó en la intervención. Libia se ha convertido, otra vez en su ya larga historia de guerras y batallas, en frente de combate. Ahora sí se verán bombardeos indiscriminados. Ahora sí se verá sufrir a su población. Y si las fuerzas de la intervención vencen, Libia será empujada hacia el atraso y la barbarie como lo ha sido Iraq, como lo ha sido Afganistán, como lo ha sido Somalia, como lo han sido, en fin, todos y cada uno de los países donde la Santa Alianza hizo pie.
Estos acontecimientos no son ajenos a América Latina. La abstención de veto ejercida por la China y Rusia en el Consejo de Seguridad demuestra una vez más que, cuando las cosas se ponen serias, ningún pueblo puede contar con la solidaridad de ninguna gran potencia. La abstención de Brasil, más honrosa por cierto que el voto favorable de África del Sur, no deja de sentar un serio precedente. América Latina está cuajada de potenciales "Libias". Medio siglo atrás, la embajada de EEUU pensaba en dividir el Brasil en dos si fracasaba el golpe militar de 1964. En Maracaibo hay un potencial Bengazi sobre el Caribe, consideración que seguramente tuvo muy en cuenta el Comandante Hugo Chávez para asumir la clara defensa que asumió del régimen legal y legítimo con asiento en Trípoli. No hace un lustro del intento de secesión de la Media Luna del Oriente Boliviano. Nada nos mantiene a salvo de intentonas equivalentes. Salvo la unidad y el despliegue de nuestro repudio unánime contra quienes hoy están empujando al pueblo libio hacia el salvajismo más extremo, so pretexto de una misión humanitaria.
En un mundo en el cual las tensiones bélicas y geopolíticas no harán sino crecer, solo América Latina salvará a América Latina. Se debe convocar de inmediato a la UNASUR para emitir una tajante declaración de repudio a esta nueva aventura imperialista en África.
Mesa Nacional de Conducción:
Néstor Gorojovsky, Secretario General
Baylon Jerez, Almendra Lara de Cisneros, Juan María Escobar, Ricardo Solahaga, Rubén Rosmarino, Hugo Santos, Gustavo Battistoni, Pablo López, Lorena Vazquez
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