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SALIÓ PYP NRO. 32

Editorial
¿QUÈ SIGNIFICA PROFUNDIZAR EL RUMBO?*
Por Néstor Gorojovsky, Secretario General del Partido Patria y Pueblo – Izquierda Nacional

El campo antinacional tiene un serio problema: su corazón económico y social no tiene partido propio (salvo el núcleo duro y más liberal de formaciones como el PRO). Necesita hacer fraguar un bloque que se oponga coordinada y unificadamente al kirchnerismo atrás de un proyecto agroindustrial globalizado. Es una voluntad restauradora de tiempos idos. Al desplegarse revela una tal bandera de pirata que solo pueden asumirla abiertamente los sectores más privilegiados.

Los demás huyen del centro de gravedad social en torno al cual deberían estar moviéndose. La UCR, el PS, las diversas sectas de la ultraizquierda, no pueden convocar a sus seguidores detrás de ese estandarte. Pero entonces quedan flotando en el vacío y el común rechazo a lo que debería aglutinarlos los lleva a disparar cada uno por su lado, a fragmentarse.

Dentro del oficialismo, la certeza en un fácil triunfo nacional exaspera la puja por los primeros puestos en las listas electorales. Mejores expectativas electorales producen más lugares “salibles” en las boletas. Pero los aspirantes a ocuparlos crecen a un ritmo mucho mayor aún.

En sordina o a grito pelado, forcejeos, querellas y peloteras varias atraviesan todo el espectro. Y para colmo hacen cola una serie de fugitivos en tiempos malos que esperan ser bienvenidos en los buenos.

No nos corresponde a nosotros, socialistas revolucionarios de la Izquierda Nacional, opinar sobre las opciones electorales que termine haciendo el kirchnerismo. En principio, nos basta con la defensa de los candidatos que pretendan mantenerse en la senda abierta en mayo del 2003. Pero sí deseamos hacer algunas observaciones sobre aquello que, en tanto integrantes del campo nacional, sí nos atañe: la consolidación de lo avanzado y la profundización de lo obtenido.

A nuestro juicio, la continuidad de tanta bonanza electoral, el verdadero tsunami que volcó el estado general de opinión tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, no está en modo alguno garantizada. La solidez del apoyo popular al gobierno no es tan sólida, valga la paradoja. Las rémoras del pasado empiezan a socavar las condiciones de vida de la gran masa de los partidarios de la continuidad del proyecto (que, por supuesto, se expresa en la reelección de Cristina Fernández de Kirchner).

Pese a las altísimas ganancias de las empresas privadas, la tasa de inversión sigue manteniéndose muy por debajo de lo que requiere el país. No se puede seguir esperando gratuitamente que el sector privado se decida a ser el motor básico del crecimiento de la economía a las tasas que se necesitan. Tanto la hegemonía ideológica de lo que se ha dado en llamar el “liberalismo” o el “neoliberalismo” como la renuencia a ceder posiciones de poder ante las clases subalternas hacen que la burguesía, la famosa burguesía que según Arturo Jauretche había fracasado cuatro veces hacia mediados de los 60, vuelva a fracasar ahora.

El gobierno viene apelando a un Estado gendarme “al revés”: no contra las mayorías en beneficio de las minorías, sino sobre las minorías en defensa de las mayorías.

Esta táctica obtiene algunas victorias, como lo demuestra el súbito salto que sufrió la previsión de inversiones de Edesur ante la primera amenaza seria de terminar con la concesión. Pero no son baratas: el malhumor social provocado por la reciente ola de cortes de energía no se carga a la cuenta de la empresa imperialista hispano-italiana, sino al gobierno nacional.

Las tensiones inflacionarias, que tienen su origen en la misma ausencia de inversión, son otra de las tendencias erosivas. Y la persistente contratación en negro y las terciarizaciones, entre otras formas de fraude laboral, generan condiciones de violencia puntual que terminan proveyendo fértil terreno a múltiples operaciones antipopulares, de todo tipo y autor.

Avanzar y profundizar significa pasar del “gendarme popular” al Estado como “interventor dinámico” para garantizar las tasas de inversión. A falta de otras armas para imponer su voluntad antinacional, las clases dominantes de la Argentina no dejarán de actuar “irracionalmente” (es decir, según la racionalidad propia de quienes desean mantener su poder a toda costa) en el plano de la economía.

El verdadero futuro electoral se juega en esos campos de combate, y no en las internas.

(*) Editorial del Periódico Patria y Pueblo número 32 correspondiente al mes de Enero de 2011

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